11 de diciembre de 2009. Primera Sesión del juicio llamado “ESMA”
Finalmente comenzó el juicio.
El comienzo del juicio había transcurrido con la solemnidad habitual en estos casos (al menos por lo que hemos visto habitualmente en los noticieros). Por algún motivo pareciera que los actos relacionados con la administración de justicia deben ser de una seriedad esmerada.
En algún sitio leí que el lugar donde se ubican los jueces debe estar más elevado que el acusado (por supuesto) y que el resto de los asistentes “para imponer respeto y temor”.
Todo el clima que se había creado en mi ánimo se rompió luego de las primeras palabras del presidente del tribunal: dio por comenzado el “debate” (así llaman los jueces al juicio oral) e inmediatamente se interrumpió, como si uno de los secretarios le hiciera notar algo que no sabía, dijo algo así como: “Ah,… si, que pasen…”.
Inmediatamente hicieron entrar a la sala a una decena de personas con cámaras, que comenzaron a filmarnos y sacarnos fotografías desde todos los ángulos posibles, apenas contenidos por una empleada del juzgado cuando las cámaras se acercaban a menos de veinte centímetros de nuestras caras (era una sola empleada y nosotros más de quince…).
Hoy, con las lentes que tienen las cámaras (casi cualquier cámara), se puede sacar una foto desde muchos metros de distancia y hacerla aparecer como un primer plano… ¿que necesidad había de hostigarnos así?
Luego del tercer turno de fotógrafos (perdí la cuenta de los recambios que hubo, ya que los hacían pasar para que nos fotografiaran y luego salían los que estaban y entraba otra tanda), uno de los abogados de oficio que estaba sentado detrás de mí dijo: ¡¡Esto es un verdadero linchamiento!!
La primera parte del juicio oral es la lectura de las acusaciones. Mi segunda sorpresa fue que mi nombre fue mencionado mas o menos cada diez minutos durante la mañana, en relación con hechos que, si ocurrieron, no contaron con mi presencia ni con mi conocimiento. Es más, durante casi treinta años nadie me mencionó en relación con ellos. No puedo menos que tomarlo como un indicio de lo que nos espera…
Tercer hecho notable: uno de los abogados de una de las querellas hizo al tribunal una larga exposición de supuestas faltas cometidas por el Capitán de Corbeta (RE) Alberto González, que no había asistido a la sesión del juicio por prescripción médica. En su larga exposición dio una cantidad de supuestos (porque no los probó en ningún momento) indicios sobre complicidad no solo del servicio de Sanidad de la Armada Argentina sino del Cuerpo Médico Forense, que certifica periódicamente nuestra condición física desde el punto de vista médico. Es mi primera experiencia en esto de los juicios, pero me llama la atención la ligereza con la que habla un abogado acreditado ante el tribunal sobre la conducta de funcionarios públicos. Me pregunto si, por ejemplo, el Cuerpo Médico Forense ¿podría demandar a ese abogado por todo lo que dijo?
Por último, al finalizar la sesión los jueces se fueron inmediatamente de la sala. Pareció una voz de orden o una bandera de largada: inmediatamente parte del público de las querellas (planta baja de la sala) comenzó a hostigarnos con gritos burlones y cánticos. Fue entonces que el Capitán de Fragata Alfredo Astiz levantó un libro que había llevado para leer y mostró la tapa al público. Inmediatamente dos o tres abogados de las querellas fueron sobre él y comenzaron a insultarlo. Ante esta situación el personal presente del Servicio Penitenciario apuró el trámite de hacernos salir de la sala. Auque los abogados de las querellas (alguno de ellos) saliendo del recinto llegó a decir a los medios que pediría al tribunal que “analice la conducta de Astiz”, varios abogados defensores hicieron presentaciones de queja al tribunal por el inusitado comportamiento de los abogados de las querellas. Desde entonces, cada vez que hay un cuarto intermedio el presidente del tribunal ordena que se nos retire de la sala y luego recién se retira el tribunal.
Captan (RE) Ricardo Miguel Cavallo
5 comentarios:
Me gustaria saber el Título del Libro que levantó Astiz?
Slds y S.y V.
Volver a matar, de J. Bautista Yoffre
Graciela de Donda carga un sobrepeso de palabras. La mujer que hace 40 años comparte la vida con el represor Adolfo Miguel Donda Tigel rompió el silencio en una entrevista con PERFIL. Su esposo es señalado por sobrevivientes como el jefe de los secuestros de su propio hermano José María y de su cuñada, María Hilda Pérez, y como el entregador de su sobrina Victoria, nacida en cautiverio en agosto de 1977, criada por otro represor, Antonio Azic.
“Lo que más me duele es que digan que mi marido secuestró a su hermano. (Se quiebra). José María no quería que él estuviese en la Marina, para preservarlo, y a su vez, Adolfo no quería que José María estuviese en la Juventud Peronista para preservarlo. Los dos se querían mucho, se llevaban nueve años. No discutían, eran realmente muy buenos el uno con el otro. Mi marido es una víctima de la pérdida de su hermano”, se adelanta a las preguntas. A su lado están Ana María de Pernías –esposa del represor Antonio Pernías–, Beatriz de García Tallada –mujer del médico de la Armada Manolo García Tallada–, quienes también participaron en la entrevista, y Cecilia Pando.
“En 1977, cuando secuestraron a José María y su esposa, nosotros estábamos en Puerto Belgrano, pero dicen que a Adolfo lo vieron en la ESMA. Ese año nace Victoria Donda. Nosotros nunca supimos del nacimiento de esta chica, ni siquiera sabíamos que mi cuñada estuvo presa en la ESMA ni que estuvo embarazada.” Su testimonio se contradice con el de la familia de María Hilda Pérez que señala a “Jerónimo” o “Palito” –los alias de Donda– como el responsable de los secuestros de sus familiares.
—¿No sabía de la existencia de Victoria?
DONDA: Nos enteramos en 2004, cuando se dio a conocer su caso. Me gustaría saber quién entregó a Victoria y por qué, sabiendo que tenía un tío en la Armada, no se la dieron a mi marido. Eso me va a quedar toda la vida. Pero también sé que esto pasa en una guerra. En una guerra también hay gente cobarde. Hay alguien que mató a su hermano y no se anima a decírselo.
—¿Quién mató a José María, entonces?
D: Lo único que él pudo averiguar es que se lo llevó la Aeronáutica, al igual que a su mujer. Pero después no sé cómo desembocó en la ESMA. Mi marido es una víctima de la pérdida de su hermano, no es un victimario. Eran una familia muy bien constituida. Y nosotros nos hicimos cargo de la primera hija del hermano, Daniela, que es la hermana mayor de Victoria. Yo esto lo quiero dejar en claro para Victoria, para que sepa que realmente nunca supimos de ella.
—¿El intentó rescatarlo?
D: Mi marido siempre actuó con su nombre, eso de los seudónimos son inventos. Siempre buscó a su hermano y yo, al día de hoy, veo a una persona de espaldas con la fisonomía de José María y creo que es él. No creo que todo lo que pasó estuvo bien, entiendo el dolor del otro lado. La que estuvo más cerca de la historia fui yo. Fuimos con mi suegra a muchos lugares a buscarlo.
—Cuando lo acusan del crimen de su hermano, ¿cómo se defiende?
D: A un marido lo llegás a conocer en lo más profundo. Cuando estábamos en Puerto Belgrano, una madrugada, a las 3 de la mañana, lo vi llorando por la muerte de su hermano. Lo amaba.
—¿Pudo hablar con Victoria alguna vez?
D: No, (se quiebra) no es el momento.
—¿Pero quisiera hacerlo?
D: Sí, con el tiempo sí. Cuando estemos en otro país. Yo lo quería mucho a mi cuñado, lo conocía de chiquito. Le decía: “Pensá en tu hija –por Daniela–, pensá en tu mujer”. Pero él estaba tan convencido de lo que hacía. Murió por sus convicciones. Y su hija, Daniela, hoy siente que la abandonaron. Pero él hizo todo por el futuro de su hija. Mirá qué futuro. Seguimos todos enfrentados, estúpidamente. Creo que es un conflicto que algunos les conviene porque sacan rédito.
—¿Se refiere a las indemnizaciones que reciben las familias de los desaparecidos?
TODAS: Por supuesto.
—¿Qué saben que pasó adentro de la ESMA?
D: Creo que de una pequeña verdad, que es que estuvieron (detenidos) en la ESMA, armaron una gran mentira.
PERNIAS: Creo que todo lo aumentaron al cien por ciento.
G. TALLADA: Hay que reconocer que se torturó.
D: La memoria es subjetiva, es lo que vos te acordás. Tiene que ver con lo que viviste, en cambio la historia es lo que pasó.
—Hay muchas acusaciones de violaciones a mujeres detenidas…
D: No. Yo no creo que nadie haya gozado de la tortura.
P: Conocemos a nuestros maridos y sabemos que no.
GT: Yo no lo creo.
—Se han detallado las condiciones inhumanas de vida en la ESMA…
D: En la cárcel, mi marido convive con ratas, cucarachas. A nosotras nos desnudan de a dos para entrar a los penales.
—¿Es comparable?
D: ¿Sabés lo que son siete años de eso? Hace treinta años que vivo esta tortura. Todo lo que ellos pueden contar, nosotras ya pagamos con creces.
—¿Se refiere a la condena social?
D: Nunca sufrimos condena social. Pero sí duele horrores cada vez que tenemos que ir al penal y ver las condiciones en que viven nuestros maridos.
P: Además, el almirante Godoy estuvo en la ESMA y nadie lo toca.
—¿El actual jefe de la Armada operó en la ESMA durante la dictadura?
TODAS: Obvio.
GT: Estuvo en la ESMA en el ‘77: lo saben todos nuestros maridos.
También sería bueno que además del libro 'Volver a matar' del Tata Yoffre, todos los argentinos leyerámos 'Fuímos todos' del mismo autor.
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