domingo, 2 de agosto de 2009

Quiero creer... pero no me dejan!!

Soy optimista por naturaleza. Tal vez sea mi contumaz optimismo, una coraza mental para sobrevivir sin antidepresivos en estos tiempos, y en estos pagos tan lindos del hemisferio sur. Pero lo que tengo de optimista lo tengo de desconfiado. Ah sí, también es la desconfianza, supongo, una coraza necesaria para sobrevivir en estos tiempos y en estos pagos.

Nuca es sonsa la desconfianza, decía mi abuelo, que pagó grandes penas por ser muy confiado.

Si bien los bandos de optimistas y pesimistas están parejos, el escepticismo es general por estos lares. Y sabemos perfectamente quiénes lo han sembrado por años. Acertó: Los políticos han sembrado ente nosotros el escepticismo general.

Es que cuando un político nos anuncia vida color de rosa con excesos de promesas, el argentino sabe que debe cubrirse rápidamente con ese escepticismo que tantas veces lo salvó de la profunda desazón.

“Res, non verba”. Hechos, no palabras, rezamos los argentinos ante cada promesa electoral.Ver para creer… eso, los argentinos queremos ver. Necesitamos tocar las obras, para creer las promesas.

No es que seamos malos tipos, es que como dicen en el campo… “el que se quema con leche, ve una vaca y llora”. Porque en otro lado del mundo, cuando un político dice “vamos a hacer”… no hay dudas. Pero por estos pagos, cuando un político promete un “vamos a hacer”, lo más factible es que no se haga nunca.

Así y todo, cuando la promesa es linda… cuando la promesa nos agrada… y sobre todo, cuando la promesa que se anuncia, nos sirve… guardamos en algún rincón del corazón la esperanza de que sea cierta. De que se concrete. Los genes nos empujan a no creer, pero el corazón grita: ojalá sea cierto!!.

Así me pasó hace un año y medio. Lo confieso. Fue allá por enero del 2.008. Recuerdo que fue enero porque fue unos días antes de mi cumpleaños.

Ella… trajecito entallado con estampado de verano, collar de perlas enormes, varios anillos de brillantes, su Rolex Oyster perpetual todito de oro, exclusivos aros de Suárez, la joyería española que tanto adora… y sus ínfulas intactas, se paró con aires de estadista y lanzó el anuncio con rimbombante discurso populista. Y bueno… se sabe que aunque a la mona la vistan de seda…después de todo, la doña no es importada. Parece nomás. No es sólo una obra pública con altísima tecnología, es un salto a una Argentina diferente"… dijo con tono grave y estudiado gesto. A eso voy, cuando los argentinos recibimos de nuestros políticos las promesas de vida color de rosa, con este tipo de sobreactuada grandilocuencia, no nos queda otra que sospechar. Fruncimos la nariz, y con la boca cerrada emitimos un sonido que suena como un “mmmmmmm….”. Pero ya dije que soy optimista al fin y al cabo. Y cuando ella anunció el proyecto del tren bala de Buenos Aires a Córdoba, pasando por Rosario… mi corazón me pedía por favor que le creyera. Además, el anuncio contaba con un marco de oropeles tal, que era difícil no creerlo cierto. El gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, el gobernador de Santa Fe, Hermes Binner, el de Buenos Aires, Daniel Scioli, el secretario de Transportes de Francia, Dominique Bussereau, el embajador francés, Fréderic Baleine du Laurens, representantes del Grupo Veloxia que se encargará de llevar adelante la millonaria construcción ferroviaria, el ministro de Planificación Julio De Vido, y el multiprocesado secretario de Transportes, Ricardo “avioncito” Jaime. Todos de punta en blanco, sonrientes y en primera fila, le daban al despampanante anuncio oficial, un prestigio de credibilidad casi indiscutida, y lo coronaron con un aplauso cerrado, para lo que se pusieron de pie.

Sólo los genes curtidos y alertas del argentino medio, podían sospechar ante semejante buen anuncio: 1.300 millones de dólares de inversión. 5.000 puestos de trabajo directos, y 20.000 indirectos. Y un tren de última generación surcando la quietud de nuestras llanuras a 300 Km por hora, prometiendo llevarnos de Retiro hasta la docta, o viceversa, en un par de horas y sin despeinarnos. ¡Genial!... ¡perfecto!!

Seré justo con la historia. Hubo en el preciso momento del anuncio, una periodista que dudó. Y bueno, para eso estudió. La periodista esbozó su duda ante la emperifollada presidente. La periodista objetó. Y la emperifollada presidente se puso seria. Clavó su mirada en un punto incierto… y agarró la guitarra. Se quejó del eterno pesimismo argentino, y le puso nombre: “Efecto tango”. “Argentinos y argentinas, a ver, esto significa un paso diferente, porque muchas veces los argentinos tenemos de nosotros mismos una visión de que muchas cosas no se pueden realizar, porque nos miramos con cierto grado de pesimismo, es lo que yo llamo efecto tango. Por eso convoco a todos los argentinos a bailar una chacarera, ya que es una música más positiva. Por suerte, además de Tango, en Argentina tenemos la chacarera y folklore, propongámonos los argentinos bailar una chacarera, porque además de esa nostalgia del efecto tango, tenemos tener fe en que nos va a ir bien”.

Y acá andamos los argentinos y argentinas. No ha pasado nada parecido a una eternidad desde aquél anuncio. Ni siquiera ha pasado una vida. Apenas un año… y medio más. Las joyas de la doña están intactas. Eso sí. Aunque sus ínfulas, algo averiadas.

Binner acude al diálogo, aunque no estoy muy seguro que vuelva a acudir a un anuncio semejante por mucho tiempo. Schiaretti se ha vuelto enemigo de la presidente. Si la ha visto… ya no se acuerda. Y don Jaime está entre las cuerdas, una veintena de causas judiciales lo golpean arriba y abajo. Los franceses se fueron a lo francés, silbando bajito. De Vido sigue firme, pero es un Alí Babá que cuando mira hacia atrás, ya se le han esfumado la mitad de los 40. Daniel Scioli… en fin. La periodista debe estar diciendo… me lo imaginaba!!.

La pucha con esta mochila de los argentinos. Políticos que anuncian como faraones, y luego terminan huyendo… como ratas. Y yo, divagando y protestando. Navegando en ese mar incómodo de nuestra eterna dualidad. Entre la necesidad de conservar el optimismo, y la triste experiencia argentina de convivir con la decepción.

Ella, envuelta en oropeles nos pide una chacarera. Justo a nosotros!!, que desde hace años nos han sembrado la queja lastimera del tango. Y entre medio…como siempre en la política Argentina… otra cosa más que no huele ni a chacarera ni a tango, sino que huele a gato encerrado.

Yo quiero creer, que conste. Pero no me dejan.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Al tren Bala... le metieron Bala, igual que al Pago al Club de París!

Otro papeloncito de nuestra presidentE!

Vade Retro Satana