sábado, 6 de junio de 2009

SUCESOS... EN MIS SESOS

"Todas las cosas decían algo. Querían decir algo”

(Juan L. Ortiz)

Hay sucesos que acrecientan mi escepticismo hasta niveles superlativos.
Uno, todo el tiempo está escuchando a gentes que tienen respuesta para todo.
Cual cruzados contra el escepticismo socrá
tico, a ellos jamás se les pasará por la cabeza la sentencia: “yo solo se que nada se”. No señor. Ellos se las saben todas.
Son los modernos enciclopedistas que en cada conversación, ante nuestras dudas, esgrimen solo afirmaciones y nos dejan con la boca abierta. Cerrada, más bien.
Con mi hermano Santiago, cuando éramos empresa, llamábamos a esas gentes que “lo saben todo”, los “Josétengolaposta”. Son los que nunca dirán: “No sé”
En la ciudad de Buenos Aires, el gremio con más afiliados de “Josétengolaposta”, es el de los taxistas. Pero lejos eh!!... haga la prueba. Si usted tiene alguna duda, cualquiera que sea, súbase a un taxi en la ciudad de Buenos Aires, y verá que el taxista esfumará su duda en el acto. Aclaración: No importa qué tan compleja sea su duda.
También los periodistas deportivos son afiliados incondicionales al gremio de los “Josétengolaposta”. Nunca, pero nunca, un periodista deportivo pierde un partido ni yerra con los cambios en el equ
ipo. Nunca un periodista deportivo tira afuera un penal mientras comenta el partido, ni hace una doble falta cuando comenta la semifinal de Roland Garrós.
En Gualeguay hay un par de casos singulares. Y casualmente no son taxistas ni periodistas deportivos. Son vecinos emblemáticos que, al solo efecto de cuidar la integridad de mi físico, me disculparé de nombrar aquí.
Bueno, pero me fui por las ramas. Quise hacer una introducción acotada antes de comentar la tragedia del Airbus de Air France, y llegué a las nubes de Ubeda, y cuando digo Úbeda no me refiero al colorado defensor que iniciara su olvidable carrera deportiva en Central Córdoba, sino a los cerros famosos de Andalucía, que incitaron al popular refrán para amone
star a los tipos que divagan, como yo.
¿Y LA TECNOLOGÍA?
Fue el tema excluyente de la semana… hasta que la prensa emigró, tras agotar las conjeturas creíbles. Un amigo mío que regentea el noticiero radial más influyente del país, me cuenta que la prensa tuvo que dejar de hablar de la catástrofe del avión de la principal compañía aérea de Francia, básicamente por dos motivos. Porque nunca apareció un cadáver descuartizado, y porque es imposible apostar movileros en el lugar del hecho. Sumémosle a la dificultad de enviar movileros a un punto remoto en alta mar, el hecho de que ni siquiera se pudo encontrar el lugar del hecho!… pero a pesar de todos estos inconvenientes para la morbosa cobertura periodística, de todas maneras fue la noticia destacada de la semana, lamentablemente.
El avión comercial más grande del mundo vuela sobre la vastedad del Océano Atlántico. Vuela por una ruta dónde otra decena de aviones vuela. Dentro del avión viajan 228 personas confiadas en la tecnología, o resignadas ante el apremio de sus obligaciones. De otra manera, no es posible explicar que la gente se suba alegremente a una mole de varias toneladas para cruzar el océano a 10.000 metros de altura por entre una tormenta.
Por eso comencé diciendo que hay sucesos que acrecientan mi escepticismo hasta niveles superlativos. Desde hace años nos vienen convenciendo que el mundo entero está vigilado por satélites que todo lo ven y que todo lo escuchan. Y por computadoras que todo lo graban y todo lo almacenan.
Si hasta yo, que soy un escéptico empedernido (excepto ante las excusas de mi esposa y los consejos de mi madre), casi me convenzo de que hay en el mundo un ojo “Orwelliano” que todo lo ve, cuando pude encontrar mi auto estacionado en una esquina de Buenos Aires, a través de una fotografía satelital en “Google”.
Para colmo, todos los días alguien se toma el trabajo de enviarme cadenas de mails, donde se anuncian “vistas satelitales de la mansión de Maddona” o vistas increíbles de los “campos de Yabrán”… que en paz descanse.
Hasta hoy, sólo la imposibilidad de encontrar a Bin Laden, a pesar de tener el tipo tras de sí a medio ejército mundial con la última tecnología a disposición, mantenía firme la terquedad de mi postura incrédula. Pero esta semana confirmé mi incredulidad para siempre. Una mole con 230 personas desaparece en las narices de toda la superestructura tecnológica mundial… y nadie puede dar una explicación coherente.
He visto, claro, a David Copperfield hacer desaparecer aviones o elefantes. Pero me resisto a creer que un Airbus repleto de gente se pueda esfumar del mundo sin dejar rastros. No me creo eso de que un avión semejante pueda desaparecer del planeta de la noche a la mañana. Un centenar de personas espera inútilmente su llegada en el aeropuerto de París. Como único epitafio, los responsables retransmiten una docena de mensajes automáticos enviados por una esquizofrénica computadora de vuelo.
Una docena de informes de fallas técnicas. Y nada más.
Pero uno, que es al fin y al cabo un ciudadano muy Siglo XXI, confía en que los súper satélites que todo lo ven, o los súper radares que todo lo rastrean. O los súper equipos que todo lo escuchan. O las súper computadoras que todo lo analizan… encontrarán rápidamente los restos o los rastros de la mole estrellada en el océano, y nos darán una explicación técnica de la tragedia.
Es entonces cuando llegan las primeras imágenes de la búsqueda. ¡¡Cuatro aviones con veinte tipos mirando con larga vistas por las ventanillas!!!... para buscar así, hasta podrían haber pedido ayuda a la ministra de indefensión argentina, doña Nilda Garré ex de Abal Medina. Estoy casi seguro que todavía nuestras Fuerzas Armadas tienen la capacidad suficiente como para poder prestar una docena de largavistas. Total, no son tiempos en que los mandos de las Fuerzas Armadas se atrevan a mirar muy lejos.
Humoradas aparte, en tiempos de la sofisticación tecnológica, me gusta saber que todavía se tenga y se pueda apelar a la tracción a sangre. Hace bien al ego del hombre moderno, saber que cuando la tecnología no puede aportar mucho, al menos queda el hombre para buscar respuestas. Estaría bueno que lo que no pudo la tecnología sofisticada, lo pueda un hombre… con un largavistas.

UNA GOTA EN EL MAR
Bien, pero así como hay sucesos que acrecientan mi escepticismo hasta niveles superlativos, también hay sucesos que, aunque para muchos pasen desapercibidos, acrecientan mi esperanza hasta niveles superlativos.
Es media mañana y estoy escuchando la radio. En el mar de tanta campaña política berreta y de tanta noticia policial intrascendente, Elsa Serur, escritora, pide la palabra.
Está preocupada, y se le nota. Desde hace mucho tiempo lucha una lucha desigual: intentar que los funcionarios se conmuevan por la cultura. Elsa está preocupada pues están demoliendo en parte, la casa frente al Parque donde vivió Juanele, el poeta más grande de la historia de Gualeguay.
Claro que en plena campaña electoral, en un mundo frenético que se mueve al ritmo de otras urgencias mundanas, que alguien se preocupe por el acervo cultural de su pueblo…es un hecho singular. Admiro a las personas como Elsa Serur, que saben ver cultura, allí donde nosotros sólo vemos una casa derrumbada.
Son los sucesos que me devuelven intacta la esperanza.

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