domingo, 24 de mayo de 2009

UN MUNDO DE "SENSACIONES"...

Las sensaciones son intransferibles. Tal vez el poeta pueda algo con palabras, pero ninguno de sus lectores sentirá lo mismo ante las mismas palabras del poeta. Y si no me cree, hagamos la prueba con Rubén Darío: “Yo soy aquel que ayer no más decía - el verso azul y la canción profana, - en cuya noche un ruiseñor había - que era alondra de luz por la mañana…”
Las sensaciones son intangibles. Nadie las puede tocar. Tal vez con el alma… un poco, pero convengamos que este mundo anda demasiado apurado como para detenerse en estas tonterías de asir sensaciones con el alma.
El mundo del “ya ya y ya!!”, el mundo de “lo quiero ahora”. El mundo de “en vivo y en directo”. El mundo del “dale hermano, apurate”. El mundo de “ver para creer”… éste mundo, el nuestro, no anda con mucho tiempo disponible para eso de las sensaciones. Tal vez un ratito. Tal vez. Pero no mucho más.
Las sensaciones tienen que ver con el alma. Y tienen que ver con los sentidos. Sí, pero fundamentalmente tienen que ver con cada uno de nosotros.Las sensaciones son tan íntimas… que cuando son sinceras, hasta nos causan pudor.Por eso siempre llama mi atención escuchar un político que habla de “sensaciones”. Por eso hago un alto… cuando escucho a un juez hablar de “sensaciones”.
Todavía guardo la esperanza y alerto mis sentidos.
En un mundo tan poco sensorial, donde todo es blanco o negro. Buenos y malos. Ellos o nosotros. Nosotros o el caos. En este mundo cada vez menos poético, escuchar que alguien argumenta apelando a las “sensaciones”, es digno de atención.
Pero no. Ahí están políticos y jueces bastardeando las “sensaciones”.
Y otra vez yo defraudado con el enésimo verso azul.

EL VERSO AZUL
Inseguridad. Desde hace bastante tiempo, el gobierno desde su torre de marfil, y la sociedad desde su resignado llano, caminan desencontrados en este tema.
Y aunque los que mandan se autoacuartelen en la negación imbécil, la inseguridad es un tema sensible. Y es sensible porque nos compromete la vida. Los afectos. Los sentimientos profundos de los más nuestros.
Cada día, la sociedad amanece con una tragedia nueva producida por la inseguridad. Y el llanto y el dolor del otro nos llega dramáticamente. Hoy son ellos, pero mañana podemos ser nosotros. Es una imagen en un aparato llamado televisor. Es una imagen impresa en un papel de diario. Es una voz que emerge desde el altavoz de una radio. Pero lo que nos traspasa el corazón y se nos acurruca contra el alma, es el sentimiento. El dolor del otro que nos llega. El desamparo ante la impunidad, que nos deja vacíos.
Y sí, la inseguridad son un montón de sensaciones que nos llegan de distintas maneras. Así y todo, hay un abismo aún entre los de la torre de marfil y nosotros.
"La inseguridad es una sensación sobredimensionada por el periodismo" discursea la voz cantante en eso de sobreactuar la defensa oficialista, don Aníbal Fernández.Que no es un vocero “cualunque” (como decía mi abuela). Sino que es el mismísimo ministro de Seguridad.
Al poco tiempo, don Eugenio Zaffaroni, que desde su docta opinión, y amparado en los fueros de sus pergaminos universitarios, siente la obligación de pulir el discurso bruto de Esa generación de políticos que se ha llevado puesta a la República.Don Eugenio Zaffaroni, miembro de la Suprema Corte de Justicia, afirma: “El temor por la inseguridad es infundado. La única forma de solucionar los problemas de inseguridad es a través de la prevención, lo otro es política coyuntural. La solución a la inseguridad es la prevención primaria, que consiste en la esencia del conflicto que depende de política general de nivel de vida, al tiempo que se debe aplicar una prevención de carácter secundario que debe ser asumida por efectivos de la Policía. Todo lo demás son inventos, mensajes o coyuntura política. Existe una proyección del delito común que ha sido importada de los Estados Unidos y que tiende a mostrar como único riesgo de vida el delito callejero...”
Quienes nos hablan desde su torre de marfil, adornos discursivos aparte, desean comunicarnos lo mismo: No es que haya más delitos que en otros tiempos, ni que estemos más inseguros que en los tiempos de la colonia, el problema es que si los medios de comunicación pasan mil veces la misma noticia sobre la misma muerte, los del llano, tienen la sensación errónea de que son mil muertes.
Sí, ya se. Los puristas dirán que los de la torre de marfil confunden en su argumentación, “sensación” con “percepción“. Y tienen razón. Pero es mucho más que eso. Porque lo que en verdad intentan los de las torre de marfil cuando cuestionan nuestras sensaciones, es convencernos de que somos unos reverendos idiotas.
Tal vez, desde allá arriba la cosa se vea así. Vaya uno a saber.

CANCIÓN PROFANA
Pero la vida tiene sus vueltas. Y a veces nos enseña. “A cada chancho le llega su San Martín”, decía también mi abuelita.
Esta semana, a Soledad Bargna, un chica que vivía tranquilamente en el llano, el desatino le metió 14 puñaladas. La imagino tendida en su cama. Semidesnuda, defendiéndose de su vecino al que habrá saludados como todos los días con un buen día. Nunca imaginó ella que su muerte estaba anunciada desde el primer párrafo del cuentito garantista: Había una vez un hombre que violó. Y lo apresaron. Y lo juzgaron. Y lo condenaron. Pero un juez lo dejó salir. Y por cuidar las garantías todas del violador, no dejó alertar a nadie. Ahora el violador está encima de Soledad. Cada una de las 14 puñaladas que le mete, tienen una sensación distinta. Soledad grita y se defiende. Pero ya es tarde.
“Invento, mensaje, o coyuntura política” dirá Zaffaroni.
Ayúdeme estimado lector, porque yo no alcanzo a encuadrar la absurda muerte de Soledad Bargna en ninguna de las tres opciones del padre del garantismo.
Jorge Rivas es solo una mueca. Una silla de ruedas. Una computadora que él maneja con lo único que pude mover: Los ojos. Con toda la tecnología capitalista a su disposición, el diputado socialista ni siquiera pudo jurar al asumir su banca esta semana. Hace más de dos años, Rivas estacionó en la puerta de una farmacia. Dos pibes lo encañonaron, le rompieron la cabeza con un fierro, y le robaron el auto. Desde entonces está paralítico. Hoy está emocionado. Los de la torre de marfil lo aplauden de pie. El mueve los ojos… la laptop repite con voz latosa: gracias, gracias. Alguien esta mañana lo levantó. Lo vistió. Lo sentó en la silla de ruedas. Le conectó la computadora y lo llevó hasta el Congreso. Ahí está Jorge Rivas, paralítico por un fierrazo en la cabeza. Está sentado en medio de los argumentadores sensoriales, jurando como diputado. Al menos ahora, los gobernantes que afirman que la inseguridad es una sensación, pueden acercarse a Rivas. Y mirarlo. Y tocarlo.
¿Levantarán ahora ese autoacuartelamiento imbécil de la negación?

1 comentario:

Anónimo dijo...

todos los argentinos que votarona este tuerto h de p...y lo criticaron a memem....se merecen esto

buena suerte luis iglesias