martes, 19 de mayo de 2009

Querría haberlo escrito yo...

Política sexual
¿Cuánto hace que los integrantes de una primera pareja no parecían desearse el uno al otro?
Se miran. Sin manos. Solo una frente fresca y un poco de fijador para el pelo extrafuerte,
y sin embargo todo resulta combustible en esta foto de noche inaugural. Nunca desde que Doris Day y Rock Hudson se repartieron un par de pijamas -también bajo circunstancias intoxicantes, aunque no fuera un montacargas- ha habido tal química con ropa compartida. Admítalo, si usted fuera uno de los tipos del servicio secreto también sentiría de pronto que su BlackBerry es atractivo. Y si usted es una mujer, quiere lo que ella tiene. He aquí la respuesta a la pregunta de Freud: la corbata negra es opcional.
Se puede ser malo: ella tenía un cargo más alto que él y ganaba más. Y cuando ella le explicó el concepto de horas por cobrar, él se dedicó a sabotear su carrera, le impuso la condición de madre sola e hizo que se redujera su salario. Bajo tales circunstancias, lo menos que Obama puede hacer es ofrecerle a su esposa su saco. A fin de cuentas hacía mucho que nadie con semejantes logros aspiraba a ser primera dama. Olvidémonos de Reese Witherspoon (la actriz de Legalmente rubia ): nadie va a la Facultad de Derecho de Harvard para que se la reduzca a su ropa. La razón para una educación de alto nivel es no preocuparse por un vestido de alto nivel.
Pero navegamos aguas procelosas. El gesto es dulcemente anticuado, y recuerda a buzos con letras grandes, galantería y Cary Grant. La chica es picante y modernosa. Nos está mostrando algo nuevo en términos sociales y políticos. Siendo rivales profesionales, Rock y Doris saltaron de la cama en esos pijamas el año en que nació Obama; recién ahora descubrimos cómo se es un matrimonio que funciona. Michelle Obama promete develar el misterio: ¿para qué sirve la esposa política si no es accesoria ni una víctima? Después de décadas de falsas noticias financieras y balances ficticios, armas de destrucción masiva inexistentes y centros de detención que sí existían, la primera dama es genuina. Tiene un cuerpo real: ¡brazos!, ¡piernas!, ¡curvas! Y tiene un matrimonio real. Son dos personas cuyos cuerpos hablan de forma tan elocuente como sus palabras, que se sostienen mutuamente, que juntos dan la temperatura justa.


Stacy Schiff

New York Magazine

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