lunes, 27 de abril de 2009

Demonios de la tortura y de la muerte... hace 35 años el Erp asesinaba al juez Jorge V. Quiroga


Dice la placa gastada en el palacio de tribunales de Buenos Aires:
“Jorge Vicente Quiroga. Secretario, Fiscal y Juez de la Nación. Administró justicia con prontitud ejemplar. Integró la Cámara Federal en lo Penal hasta su disolución el 26 de mayo de 1.973. Fue asesinado por delincuentes terroristas el 28 de abril de 1.974


A pocas horas de asumir el gobierno, Cámpora dejó en libertad a todos los terroristas argentinos juzgados y sentenciados. Un joven Esteban Righi allanaba en las sombras los pormenores legales.
Un solo grito se escuchó esa noche en las puertas de las cárceles: ¡Venganza!.
Desde ese día, Jorge Vicente Quiroga, uno de los jueces de la Nación que había enjuiciado a los terroristas ahora liberados, sabía que lo iban a matar.
Aún así se quedó en el país… y la Patria lo hizo mártir.
El asesinato del juez Quiroga reúne todos los ingredientes de violencia que utilizaron los terroristas argentinos en los 70, pero que intentan ocultar: Secuestro. Tortura. Fusilamiento por la espalda. Terror a la población civil. Compliciad del Estado.
Sicarios de sangre fría que aterraron al país.
Y todo en democracia. Y todo a civiles.
A las dos y media de la tarde de un 28 de abril de 1.974, Raúl Argemí venía en moto con Marino Amador Fernández por las calles frenéticas del centro de Buenos Aires. Desandaban la calle Viamonte esquivando gente y autos. En la esquina de Montevideo casi chocan contra el auto de un juez, que les tomó la patente. Tal vez iban distraídos pensando en los datos que les había cantado, bajo tortura, el Dr. Carlos Alberto Bianco, al que tenían secuestrado desde hacía varios días. La moto hizo una maniobra extraña y frenó justo en el 1.506 de Viamonte. Desde calle Paraná venía cruzando, puntual, Jorge Vicente Quiroga. Él también iba aquella tarde al 1.506 de Viamonte. Iba a visitar a su amigo Rébori, y desde ahí, todos a la cancha de Boca.
Marino Amador Fernández y Raúl Argemí lo sabían perfectamente. Lo dejaron pasar, y entonces Argemí o Fernández, o los dos, se bajaron de la moto, sacaron sus metralletas Halcón como por arte de magia, y le metieron 14 balazos a quemarropa... con esos balazos el ERP intentaba vengar a sus camaradas enjuiciados por Quiroga. Si bien Cámpora los había indultado a todos, ya se sabe cómo es de venenosa la venganza en la sangre resentida de los hijos de puta.
Quiroga cayó en agonía, ellos subieron a la moto y salieron a toda velocidad mientras la gente huía despavorida. Quiroga agoniza y se desangra en la vereda, y agonizará dos horas más en el hospital Rawson antes de convertirse en mártir de la justicia argentina. El testigo del auto frena, y le pasa a la policía la patente de la moto... y con ese dato, la policía de Perón llegó en pocas semanas hasta la calle Fragata Sarmiento 1071 en Ramos Mejía. Allí encontraron un rastrojero robado preparado con una bomba de 3 kilos de trotyl, un indicador eléctrico mecánico de activación, una ametralladora Halcón cargada, una falsificadora de credenciales, papeles del ERP, miles de proyectiles y un cuaderno con los datos de un funcionario judicial secuestrado y torturado: el Dr. Bianco.

Conclusión: Argemí, Violeta Ana Moratto y Fernández fueron acusados por el homicidio del ex juez Quiroga, por tenencia de armas de guerra y de explosivos, acopio de municiones, asociación ilícita calificada y uso de documentos falsos en concurso real. Y se les sumó luego la sentencia por el homicidio de Quijada, total: 25 años. Pero por distintas amnistías y reducciones de penas, salieron todos el 15 de agosto de 1.984. La causa pasó por varios juzgados y durante los diez años que estuvieron detenidos cumpliendo la sentencia, fueron defendidos por el Dr. Broquen. Todas las garantías.

Raúl Argemí vive ahora en España… disfruta de su impunidad, y critica la historia violenta de Argentina desde un púlpito inmaculado desde donde señala culpas ajenas.

Hoy, aniversario número 35 del asesinato del Juez Quiroga, podríamos pasar por allí, digo, como para recordarle al "bueno" de Argemí... que nosotros TAMPOCO OLVIDAMOS.
(La foto es sólo a título ilustrativo)

Sentencia contra un juez
Victoria Villarruel
Para LA NACION
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Martes 28 de abril de 2009
Publicado en edición impresa

En la Argentina, hubo un tiempo en que las sentencias las impartían las organizaciones terroristas. Eran sentencias de muerte. El domingo 28 de abril de 1974, el brazo del terror bajó el martillo contra un juez de la Nación, Jorge Vicente Quiroga.
Ese día, quien había sido uno de los jueces de la Cámara Federal en lo Penal pagó con su vida haber juzgado, condenado o absuelto a los terroristas que agredían a la población civil en nombre de una lucha armada que ellos creían justa y necesaria. Quienes debían estar tras las rejas, gozaban de la libertad irrestricta que les había otorgado la amnistía concedida durante el gobierno del Dr. Cámpora, refrendada por quien en ese entonces era ministro del Interior y hoy procurador de la Nación, el Dr. Esteban Righi.
Quiroga caminaba hacia la casa de otro colega, con el cual irían juntos a la cancha a ver un partido de Boca. Pocos metros antes de llegar a destino, dos jóvenes en moto le dispararon y nueve balas impactaron en su cuerpo. Murió asesinado a los 48 años. Sus asesinos, integrantes del ERP 22 de Agosto, escaparon, pero sus nombres quedaron para siempre unidos al crimen: Marino Amador Fernández y Raúl Argemi.
El muerto había sido elegido por sus méritos para integrar la Cámara Federal en lo Penal, un plan innovador para la época, que se adelantó a España e Italia en el juzgamiento de ETA y las Brigadas Rojas. Significó una modernización del sistema, para poder juzgar con celeridad los actos terroristas. Esa Cámara tenía competencia para juzgar todos los delitos calificados como subversivos, garantizando la defensa del imputado. Así, el crimen del empresario italiano Oberdan Salustro pudo ser resuelto en 11 meses. La labor de los jueces no fue de persecución ideológica: la prueba es que no hubo una sola condena por la ley 17.401, de represión del comunismo. Los terroristas ni siquiera eran esposados, como detallaron las crónicas de la época.
Se podrá discutir la oportunidad de iniciar esta experiencia durante un gobierno de facto, pero es incontestable que se respetaron todas las garantías procesales durante el poco más de año y medio de trabajo y que, una vez dictada la amnistía, en mayo de 1973, todos los terroristas que habían sido condenados o estaban siendo procesados fueron liberados y retomaron el camino de las armas.
Los asesinos del juez Quiroga fueron juzgados y condenados a 18 años de cárcel, pero apenas cumplieron unos años. Los restantes miembros de la Cámara Federal en lo Penal sufrieron persecución y amenazas, lo cual provocó que se exiliaran. Al ser desarticulada la Cámara, los terroristas lograron uno de sus más preciados objetivos: la impunidad, porque ningún juez se atrevería en adelante a condenarlos. A 35 años del asesinato de este magistrado, observamos con preocupación que continúan impunes, libres entre los ciudadanos. Algunos ocupan cargos públicos.
El Poder Judicial sigue siendo presionado por algunos de los que en el pasado integraron estas organizaciones terroristas y que hoy, con la suma del poder público, amedrentan a todos los que no responden a su línea argumental en esta tragedia nacional. Otros, simpatizantes de las ideas mesiánicas de los terroristas, aportan su granito de arena a la disolución de uno de los pilares de la República: la independencia del Poder Judicial. Una muestra de la maquinaria creada para garantizar la impunidad de quienes atentaron contra las instituciones del Estado fue la Resolución 158/07, por la cual el procurador Righi ordenaba a los fiscales no considerar delitos de lesa humanidad los cometidos por integrantes de organizaciones armadas. Hoy, ante la decisión de la Cámara de Rosario en la causa Larrabure, Righi ha debido bajar los decibeles de una discusión en la que debería haberse excusado de participar, por ser parte interesada.
Treinta y cinco años después, los familiares de las víctimas del terrorismo continúan su lucha por el reconocimiento de sus derechos humanos. Temen al ver a algunos de los que los atacaron gozar de la inmunidad que les brindan sus cargos, y esperan que surjan jueces como Quiroga, que enfrenten la inmoralidad jurídica y política y que den testimonio de la valiosa función de un magistrado.
La autora preside el Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas. (Celtyv)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Parece mentira que el homenaje a un martir, como lo es el Juez Jorge Quiroga, no tenga un solo comentario, una sola palabra de aliento a su familia... nada de nada. Con todo respeto le hago mi humilde homenaje a un hombre que cumplió valientemente con su deber de Juez.

Quienes desarticularon la Cámara Federal en lo Penal, son los responsables de haber metido el país en el berenjenal que ahora se encuentra. La CAFEPENA fue una solución adelantada a la época, sujeta a derecho y objetivamente eficiente. Si hubiera funcionado hasta la fecha, mucha sangre se le hubiera evitado al país. Pero claro lo errores políticos no los paga nadie, salvo el pueblo.
Por lo menos al terminar de leer este comentario, haga un minuto de silencio y medite sobre el asesinato del Juez Quiroga y de todos los que lo siguieron en ese festival sangriento de la juventud idealista. Por favor, con eso ideales que se vayan a vivir junto a Chavez o Fidel, a ver si gozan de libertad y tanta impunidad.