sábado, 7 de marzo de 2009

Tormentoso... y desmejorando


“noticia es / un terremoto de paz entre mi gente / la muerte del más débil / anunciada como locura insensata / o como botín de misérrima guerra / aderezada de temblores mendigos / mientras vivo yo en la inacción y la abundancia…”
(“Noticia es” – Belia Segarra )


Llueve. Qué digo llueve, ¡diluvia! Se viene el cielo abajo… no se asuste que me detengo aquí con las metáforas sobre este fenómeno de la naturaleza. Digo, no llegaré a las incómodas metáforas escatológicas sobre “cosas” que caen de punta.
Los que ayer protestábamos la sequía, ahora nos quejamos de la lluvia minuciosa. Es nuestra esencia. Desde chico escucho decir a la gente de mi pueblo que “el tiempo está loco”… pero cada vez me convenzo más, que los locos somos los que decimos que el que está loco, es el tiempo.
Llueve molestamente, sin embargo a mí me gustan las lluvias. Aún cuando las lluvias me molesten. Como hoy, que con todo preparado para llevar a mi hijo más chico a su primer día de clases en el jardín de infantes, los baldazos de agua que caen sobre una mañana oscura, amenazan con arrastrar al mundo hacia las alcantarillas, y hacerlo desaparecer río abajo.
Encima, las noticias de la tele que cuentan la tormenta parecen las voces del Apocalipsis. Hablan de la lluvia como si hablaran del fin del mundo.
Noto que desde hace un tiempo, los noticieros han tomado la costumbre de dramatizar las noticias triviales hasta el infinito. Ante esta lluvia copiosa de hoy, el periodista nos dice muy suelto de cuerpo: “Mejor no salga de su casa esta mañana”. Y tan absurdo consejo me estimula tal carcajada, que casi me incrusto la bombilla en el ojo. Si fuera por el periodista serio del noticiero serio de la mañana, que editorializa noticias triviales como si fueran las plagas bíblicas de Egipto, durante medio año uno tendría que quedarse en su casa. Cuando hace calor porque hace calor y la ciudad es “un infierno”. Cuando hace frío porque hace frío y la calle “es una heladera”. Cuando llueve porque llueve y las calles “están inundadas”. Cuando hay protestas callejeras porque hay protestas callejeras, y las calles “están intransitables”.
“Al mal tiempo buena cara”, decían las abuelas de antes. Las que por suerte pude conocer de chico. Y cuando digo “las de antes”, me refiero a las abuelas aquellas que estaban más preocupadas por los tejidos de punto y las plantas del jardín, que por el bótox y la lipo. Las abuelas que estaban más preocupadas por las tortas caseras y las pastas amasadas con sus manos curtidas, que por las maquinitas de cuanto bingo se les cruza por el camino. Pero bueno, también las abuelas cambian. Y está bien.
Es lunes, y estamos desayunando en familia. Una costumbre burguesa que recomiendo, y que en casa se ha mantenido hasta en los tiempos de extrema pobreza.

No es Gran Hermano, son los papás espiando salita verde...

Es temprano para los adolescentes de la casa que aún están de vacaciones, y es tarde para los mayores de la casa que tenemos que partir hacia el trabajo a pesar de los consejos del periodista serio del noticiero serio. Pero hoy es un día especial, pues el más pequeño de entre nosotros empieza el jardín. Así que los más grandes estamos disculpados en la puntualidad laboral, y los adolescentes de vacaciones están obligados moralmente al madrugón. Encima, afuera llueven baldazos. Mis hijos más grandes, que después del enésimo rezongo se han levantado para hacerle el aguante al hermanito, comentan en la mesa que hay un montón de amigos suyos que han repetido el año escolar. Lo comentan entre ellos como algo normal. Nombran nombres de compañeros repitentes, como algo de todos los días.
¿Tantos repitieron?, pregunto con ese asombro extemporáneo de otra generación.
“Sí, por… ¿qué tiene de raro?”, me contesta mi hija que este año termina el secundario.
Casi me animo al comentario sobre la rareza que era un repitente en mis tiempos aquellos. Preferí ahogar voluntariamente el comentario masticando una tostada. Adiviné que a estas horas de la mañana, las historias de otras épocas importarían poco en los oídos de dos adolescentes levantados a la fuerza.
Uno de ellos comenta que está aburrido de tantas vacaciones. El otro se suma a la protesta con el énfasis gestual de un bostezo. Son las siete de la mañana de un lunes tormentoso, y los dos adolescentes de la casa se acaban de declarar culpables de aburrimiento. Sin embargo, ninguno quiere que empiecen las clases. Es más una queja sobre el aburrimiento vacacional, que un deseo de volver al colegio.
“Hace tres meses que no tocan un libro”… comento después de tragar la tostada.
Ellos sonríen… “para eso son las vacaciones”, se defienden en tándem.
Yo creo que tres meses de vacaciones es un despropósito. Tres meses, en la edad de la rebeldía es demasiado tiempo de ocio. Es un montón de tiempo para estar de vacaciones, y es un montón de tiempo para estar sin clases.
No estoy seguro, pero no creo que haya un país serio en el mundo, donde los chicos tengan tres meses ininterrumpidos de vacaciones.
Tres meses sin clases adormecen el hábito del estudio, cuando no lo matan de inanición. El orden, la limpieza, el aseo, el estudio…como otras muchas cosas, tienen que ver directamente con el hábito. Con ese ejercicio de lucha interior de hacerlo todos los días.
Comento esto en la mesa casi muda de los “vacacionantes” levantados de prepo a las siete de la mañana, y ellos me miran con cara de fastidio. Como si hubiera dicho una locura.
“Papá, ¿vos estás de acuerdo con la pena de muerte?”, pregunta de repente uno de mis hijos. Yo me quedo pasmado. No entiendo el vuelco brusco de la conversación. Por un momento, supongo una estrategia infantil para cambiar de tema. Sospecho del café con leche primero, luego de la mermelada que mi hijo acaba de raspar del fondo del frasco de vidrio.
Al ver mi cara de asombro, mi hijo me señala la tele. En letras gigantes aparecen las declaraciones de Susana Giménez: “El que mata tiene que morir”.
Ahora entiendo, es que la inseguridad de una Argentina violenta hasta la locura, acaba de matar a un colaborador de la rubia más famosa de la tele. Para decirlo sin eufemismos, dos jóvenes con antecedentes mataron al colaborador de Susana. Y desde el dolor en carne viva habló la Diva, y dijo lo que medio país dice en la calle sin las consecuencias obvia de ese altoparlante mágico de la tele. Susana lo dijo, y unos muchos famosos se sumaron a sus reclamos… y entonces, los mismos medios que editorializan como catástrofe las noticias más triviales, ahora trivializan la catástrofe de la muerte con excusas progresistas.
Cada vez en Argentina son más los menores que delinquen. Y según un estudio judicial, los homicidios ejecutados por menores de entre 14 y 16 años, crecieron casi un 50 % en un año. El mismo estudio afirma que el robo calificado en menores creció un 20% en el mismo período. Y el dato más escalofriante, es que, de los delitos protagonizados por menores de edad, el 60% termina en muerte. Allí las cifras, entre nosotros la muerte.
Los jueces andan en eso de mimar a los delincuentes. Los políticos andan en eso de alarmarse ante la sola idea de imputar adolescentes, los chicos andan en eso del paco, el alcohol y la calle, los padres andamos con esa excusa de que estamos ocupados en eso de ganarnos la vida… y los medios andan en eso de exagerar lo trivial y trivializar la tragedia. Como en aquél viejo juego de niños, cada cual atiende su juego.
Afuera llueve como si fuera la última lluvia de todos los tiempos. Yo termino de tragar el último sorbo del mejor mate de mi vida. Y contesto que NO. Que NO estoy a favor de la pena de muerte. Y soy sincero. Eso sí, escondo mi pesimismo histórico.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estimado señor Palma
Leyendo su columna del semanario de hoy encuentro que alguien se asombra por la cantidad de repitentes que este año , como años anteriores , se da en las escuelas de gualeguay.
Hace usted referencia en su comenterio de la escuela que tuvimos hace veinte o treinta años , cuando los profesores iban a la escuela a dar clases y tenian acabados conocimientos sobre pedagogia, pero sobre todo tenian vocacion de enseñar.
Actualmente un adolescente va a la escuela y generalmente,por no decir siempre, sale una, dos,tres horas mas temprano porque no va el profesor. Si el profesor va , les muestra una fotocopia y les dice: "en el kiosco tal esta saquenla y la estudian". El que puede la estudia , el que no , paga profesor particular y "safa" , y el que no puede ninguna de las dos cosas, colecciona las fotocopias.
Durante el año por cada materia pasan 2 o 3 suplentes , mas los dias de paro , licencias y faltas. EN NOVIEMBRE Y DICIEMBRE NADIE , TODOS DE LICENCIA. En marzo , vuelven los titulares a tomar las evaluaciones , con cierto malestar y cierto rechazo hacia esa gran masa de chicos con pelo largo , sueño y apatia general que alguien les comento que llaman ADOLESCENTES y , hablando mal y pronto los aniquilan.
Creo que la sociedad en general debe exigirle a los docentes CALIDAD en la tarea que realizan y eso no es hacer repetir veinte alumnos de cursos de veintiocho. Calidad es capacitacion para trabajar con la diversidad que tenemos hoy en la escuela , es saber evaluar , comprometerse con la tarea que realizan ,no abusar de las licencias. porque si se quiere que un alumno circunstancialmente repita no seria tan grave si recuperara en conocimiento y en experiencias significativas, pero lamentablemente pierden un año de sus vidas PORQUE ES MAS DE LO MISMO.
¿ Que letra le ponemos a esta musica? seguramente un profesor dira " la culpa es de los padres".....y asi seguimos
V. L.