No olvidamos. No perdonamos. No nos reconciliamos” ¿Cómo cerraremos las heridas del pasado con estas consignas?
Florencio Varela: La reconciliación es deseable pero la creo posible y es por ello que brego por lo posible que es la convivencia regulada por la ley. No hay que olvidar para no incurrir en las equivocaciones del pasado. El perdón es personalísimo por lo cual no opino por respeto a los demás.
(Entrevista al Dr. Florencio Varela. “Gualeguay al Día. Enero 2.006)
Florencio Varela: La reconciliación es deseable pero la creo posible y es por ello que brego por lo posible que es la convivencia regulada por la ley. No hay que olvidar para no incurrir en las equivocaciones del pasado. El perdón es personalísimo por lo cual no opino por respeto a los demás.
(Entrevista al Dr. Florencio Varela. “Gualeguay al Día. Enero 2.006)
Un 24 de marzo, 33 años atrás de este 2.009 inevitable, comenzaba el último gobierno cívico militar en Argentina.
Por entonces, el terrorismo le había declarado la guerra a la Nación Argentina y a todas sus Instituciones. Y el peronismo, que dormía con el enemigo, abandonó mansamente el lecho, y lo entregó sin beneficio de inventario.
En un acuerdo por omisión, y lo digo así como para no exasperar aún más el fervor de cierto peronismo sobreactuado y el de un radicalismo culposo, las fuerzas políticas creyeron que las fuerzas armadas eran la única salida para combatir a un enemigo poderoso y demencial que, vestido de pueblo, se creyó pueblo.
Argentina se dividió siempre en antagonismos crueles, pero en los 70, las agrupaciones terroristas vomitaron tanta sangre como pocas veces antes vio nuestro país.
El terrorismo se alzó en armas contra el pueblo… y el pueblo tomó partido. Llamó a sus fuerzas armadas, y exigió la aniquilación de los terroristas. Los terroristas creyeron en la lucha armada. El pueblo… también.
De todo esto que cuento, pasaron más de 30 años. Pero debe haber pocos países como el nuestro, esmerado siempre en esa vocación inútil de avivar cada una de sus viejas heridas.
A 33 años de aquél 24 de marzo de 1.976, y con un cuarto de siglo de historia democrática encima, las consignas escuchadas en los diferentes actos, dichas por una izquierda acomplejada de violencia, dan pena. Y preocupan.
“No olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos”. “Ni olvido ni perdón”. “Juicio y Castigo a los genocidas”. “Cárcel común para los represores”… los asesinos de ayer, han acomodado el discurso al sistema. Pero la sed de venganza, se les nota intacta.
En Argentina, los organismos de derechos humanos han sido y son, abiertamente sectarios. Sin sonrojarse, por eso no disimulan su alianza con los terroristas de ayer.
Puntualizo una diferencia con una comparación absurda. El pueblo armenio sufrió sí, un aberrante genocidio por parte de los turcos con varios millones de muertos. Sin embargo los armenios, fieles a su linaje católico, recuerdan ese día con un decir cristiano: "Día de acción por la tolerancia y el respeto entre los pueblos".
A millones de muertos de distancia, los terroristas argentinos de ayer, revestidos hoy de democráticos, han logrado que el 24 de marzo se convierta en trampolín de su venganza, en lugar bregar por un día para pensar la pacificación. Han logrado que el día se recuerde con un velado interés político, apto para sus reclamos de venganza: “Día nacional de la memoria por la verdad y la justicia”.
La diferencia es obvia. Los armenios, que sí sufrieron un genocidio, aún así miran hacia delante y apuestan a la pacificación… los terroristas argentinos en cambio, que se embarcaron en una guerra civil imbécil, necesitan mentirnos la historia para lavar sus culpas y ejecutar su venganza.
Por entonces, el terrorismo le había declarado la guerra a la Nación Argentina y a todas sus Instituciones. Y el peronismo, que dormía con el enemigo, abandonó mansamente el lecho, y lo entregó sin beneficio de inventario.
En un acuerdo por omisión, y lo digo así como para no exasperar aún más el fervor de cierto peronismo sobreactuado y el de un radicalismo culposo, las fuerzas políticas creyeron que las fuerzas armadas eran la única salida para combatir a un enemigo poderoso y demencial que, vestido de pueblo, se creyó pueblo.
Argentina se dividió siempre en antagonismos crueles, pero en los 70, las agrupaciones terroristas vomitaron tanta sangre como pocas veces antes vio nuestro país.
El terrorismo se alzó en armas contra el pueblo… y el pueblo tomó partido. Llamó a sus fuerzas armadas, y exigió la aniquilación de los terroristas. Los terroristas creyeron en la lucha armada. El pueblo… también.
De todo esto que cuento, pasaron más de 30 años. Pero debe haber pocos países como el nuestro, esmerado siempre en esa vocación inútil de avivar cada una de sus viejas heridas.
A 33 años de aquél 24 de marzo de 1.976, y con un cuarto de siglo de historia democrática encima, las consignas escuchadas en los diferentes actos, dichas por una izquierda acomplejada de violencia, dan pena. Y preocupan.
“No olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos”. “Ni olvido ni perdón”. “Juicio y Castigo a los genocidas”. “Cárcel común para los represores”… los asesinos de ayer, han acomodado el discurso al sistema. Pero la sed de venganza, se les nota intacta.
En Argentina, los organismos de derechos humanos han sido y son, abiertamente sectarios. Sin sonrojarse, por eso no disimulan su alianza con los terroristas de ayer.
Puntualizo una diferencia con una comparación absurda. El pueblo armenio sufrió sí, un aberrante genocidio por parte de los turcos con varios millones de muertos. Sin embargo los armenios, fieles a su linaje católico, recuerdan ese día con un decir cristiano: "Día de acción por la tolerancia y el respeto entre los pueblos".
A millones de muertos de distancia, los terroristas argentinos de ayer, revestidos hoy de democráticos, han logrado que el 24 de marzo se convierta en trampolín de su venganza, en lugar bregar por un día para pensar la pacificación. Han logrado que el día se recuerde con un velado interés político, apto para sus reclamos de venganza: “Día nacional de la memoria por la verdad y la justicia”.
La diferencia es obvia. Los armenios, que sí sufrieron un genocidio, aún así miran hacia delante y apuestan a la pacificación… los terroristas argentinos en cambio, que se embarcaron en una guerra civil imbécil, necesitan mentirnos la historia para lavar sus culpas y ejecutar su venganza.
Rodolfo Walsh, escritor y periodista, fue un alto jefe terrorista en los 70. Con una 45 en la cintura, anduvo señalando culpables con su máquina de escribir y estudiando objetivos para hacerlos volar por el aire. Se escribía valiente señalando cobardes. Walsh murió en combate. Pero entre tantas cartas de encendida moralina para los otros, el muy cobarde nunca tuvo la valentía de contar a quiénes había matado. O mandado a matar. Tal vez sea esa, la “obra inconclusa” que reclama su compañero en Montoneros, Horacio Vertbisky, quien en este 24 de marzo de 2.009 lo defiende en el recuerdo.
Vertbisky “sonríe” al recordar a Walsh. Y nos señala la ironía del desatino: que una escuela técnica de la Provincia de Buenos Aires, haya decidido cambiar el nombre de Pedro Eugenio Aramburu, por el de Rodolfo Walsh.
La provincia de Buenos Aires tiene una ley que le prohíbe al Estado, colocar nombres de funcionarios “de facto”, sin embargo, alienta los bautismos de espacios y edificios públicos con nombres de cobardes asesinos.
Es lo que hay. Es lo que hemos dejado hacer.
Porque si bien Rodolfo Walsh murió a los tiros, digamos que vivió haciendo inteligencia Montonera para ejecutar argentinos por la espalda y colocar bombas accionadas a distancia. Si su visión política era tan clara como afirman sus compañeros terroristas, debemos entender entonces que ha sido uno de los máximos responsables históricos de mandar a muchos jóvenes a una muerte absurda. Si la visión de Walsh era tan clara como afirman los preclaros intelectuales de hoy, debemos suponer que Walsh fue entonces responsable fundamental en eso de mentirle a las “bases terroristas”, que “el pueblo estaba con ellos”.
Una de dos. O fue Rodolfo Walsh un cínico, o fue un estúpido que nunca se percató que el pueblo de la Nación Argentina delató siempre a los terroristas.
Pedro Eugenio Aramburu, efectivamente fue un ex presidente de facto. Pero también fue la bandera elegida por Montoneros para encender la violencia setentista. Con el cadáver de Aramburu, el grupo terrorista argentino Montoneros declaró la guerra, y decretó la pena de muerte en Argentina. Montoneros lo secuestró, le hizo una parodia de juicio sumario, y lo ejecutó con un tiro en la nuca en el sótano de un campo en Timote, provincia de Buenos Aires.
Horacio Vertbisky contó así su media historia este 24 de marzo… “El miércoles se cumplirán 32 años de la desaparición forzada de Walsh. El grupo de tareas de la ESMA también se llevó su obra inédita. En cada relectura de la que llegó a publicar impresionan su lealtad al pueblo, su capacidad de análisis y de predicción, su conocimiento profundo del país, de sus conflictos y sus personajes. Si alguien le hubiera vaticinado el acto en Florencio Varela hubiera sonreído en silencio, como hago al evocarlo”.
Vertbisky, compañero de Walsh en la inteligencia de Montoneros, sonríe con ironía ante el cambio de nombre de la escuela... y también yo sonrío al ver que tamaña incoherencia ha ocurrido en Florencia Varela. Sonrío, pues recuerdo uno de los últimos saludos de fin de año de otro gran Florencio, también Varela…
Amigos: Los mensajes de fin de año, como siempre, fueron llegando expresando los deseos de días venideros felices. Nuestra relación básicamente proviene del común interés por las consecuencias que dejó la guerra contra el terrorismo, que hoy nos muestra una lista cada vez más larga de militares y policías privados de su libertad por haber cumplido órdenes en el marco de ese conflicto. Los presos no tendrán una navidad feliz ni un año nuevo venturoso. Sólo cuentan con la ansiedad contenida por la fortaleza de su formación militar que, a pesar de las claudicaciones de tantos, mantienen firmes. Son sus familias el respaldo moral que los alienta a mantener la mirada alta, sabiendo que ellos, como en un juego de guerra de estado mayor, son el precio pagado por el triunfo en una guerra de la cual todos nos beneficiamos. Me resisto a expresar simplemente como una rutina buenos deseos. Siento una profunda vergüenza ajena por la incomprensión, la hipocresía y también la cobardía que es mayor de lo que razonablemente se podía esperar. Como compartimos la bronca y la angustia, me animo a invitarlos que a la hora habitual de los brindis, hagamos un respetuoso y solidario silencio recordando a nuestros presos, sabiendo que como no pueden reír, sólo pueden apretar sus dientes en su espera sin tiempo de la batalla final.
Un solidario abrazo.
Florencio Varela
El gran Florencio Varela, “Abogado con mayúsculas”, como diría Horacito Zaratiegui, a cuya muerte nunca me voy a acostumbrar.
Y ahora que lo evoco a Florencio, curiosamente, me doy cuenta que podría hacerlo con las mismas palabras que Vertbisky utilizó para Walsh… “En cada relectura de la que llegó a publicar, impresionan su lealtad al pueblo, su capacidad de análisis y de predicción, su conocimiento profundo del país, de sus conflictos y sus personajes. Si alguien le hubiera vaticinado el acto en Florencio Varela hubiera sonreído en silencio, como hago al evocarlo”.
Pero prefiero no manchar la Memoria.
No manchar la Memoria de los más de 1500 argentinos que mató el terrorismo en Argentina, ni manchar la Memoria del Dr. Florencio Varela, “Abogado con mayúsculas”, con la sangre de tantos argentinos que Vertbisky y Walsh y tantos otros terroristas llevan impregnadas… sangre que no podrán quitarse nunca. Ni con cien años de mentirnos la historia.
Y ellos lo saben… por eso no tienen, ni quieren PAZ.
2 comentarios:
GENIAL...GENIAL...GENIAL!!!
El recuerdo de Florencio Varela me emocionó. Lo recuerdo especialmente porque en el medio de este temporal, el aguantó como pocos, se mantuvo firme, no escapó por la tangente.
Y con respecto al 24 de marzo, ya estoy cansado de la catalogación de errores y horrores, de la caracterización de aquella época como un vergel al que quieren volver, cuando -ironicamente- se alzaron contra ese estado de cosas. Como lei en un blog el otro día "los milicos están presos, algunos montos se arrepintieron, pero hay una masa de clase dirigente y ciudadanos de a pie, que pontifican y apuntan sus deditos como si nada hubieran tenido que ver -por acción u omisión-, sin un mínimo de arrepentimiento por lo que provocaron, permitieron o no supieron prevenir". Saludos
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