A la redacción del Semanario cae un Concejal impresentable. Casi todos lo son, pero este “es lo más”, como dicen los chicos.
En media hora, despotrica contra sus compañeros de bancada, contra el Intendente y su secretario, contra varios funcionarios…contra medio mundo. Esparce sospechas sobre los demás, pero aclarando que él no las cree.
Habla con orgullo sobre los trapitos al sol, y se siente a gusto al “informar” sobre otros.
En la redacción hay una señora mayor que, con esa frescura de abuela, se le planta al fin y le dice: “Por qué mejor no se ponen a trabajar, que bastante poco hacen, para lo que cobran de todos nosotros”.
El Concejal se queda cortado, pero se escurre con algo parecido al humor: “Mirá Martita que en dos minutos te hago nombrar ciudadana no grata eh…”
Marta me mira. Sonríe. Sabe que el impresentable acusó el golpe.
El Concejal baja un cambio.
Y yo me quedo pensando en cómo cambiaría la historia de nuestra política, con muchas Marta. Que ejerce de ciudadana. Y demanda.
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