¿Que hubiera pasado si, en lugar de Roca, Alsina hubiera sido presidente; si Duhalde no hubiera elegido a Kirchner?
A menudo nos quejamos de la decadencia argentina y solemos fantasear sobre el mejor destino que nos hubiese deparado la ausencia de algunos hechos negativos, como los golpes de Estado, o qué rasgos predominarían si se hubieran consolidado leyes y costumbres que capaces de mantener la tendencia al crecimiento material, cultural y moral que prevalecía en los comienzos del siglo XX. ¿Cómo hubiera sido nuestro país si aquellos graníticos pilares que se llamaban “la cultura del trabajo”, “la cultura del esfuerzo” y “la cultura de la decencia” no se hubiesen degradado a la mendicidad, el facilismo y la anomia que hoy nos corroen?
Acaba de aparecer un libro que nos permite navegar sobre las posibilidades que no fueron, pero dejan una enseñanza poderosa que debemos atender. No se trata de ficción, sino de análisis y perspectivas fundadas en hechos. Lo ha escrito Rosendo Fraga, e integra el nuevo género de la historia contrafáctica, que empezó en el Reino Unido en 1931 y es ahora cultivada en varios países. Faltaba la Argentina. No se trata de conjeturas antojadizas, sino de recordar los hechos tal como fueron y detectar cómo, merced a un giro menor, pudieron haber seguido un curso diferente al que registra la historia. Es un ejercicio mental fruitivo, un homenaje al azar que -lo insinuó Borges- suele equivaler a la categoría que llamamos destino.
El título de la obra que ha escrito Rosendo Fraga es ¿Qué hubiera pasado si…? Traduce el What if?? que apareció en Londres y Nueva York en 1931, y luego fue objeto de numerosos trabajos publicados en sucesivos volúmenes, todos ellos a cargo de personalidades reconocidas. Con firme erudición, despliegue imaginativo y un lenguaje fluido, autores tan diversos como Emil Ludwig, Winston Churchill, G. K. Chesterton, Philip Guedalla, André Maurois, Hilaire Belloc, Milton Waldman, Caleb Carr, David McCulloght y muchos otros permiten apreciar el panorama de un mundo distinto del que conocemos. Y que casi, casi, pudo ser el nuestro.
No se trata de ficción, tampoco de la ficción ucrónica ni utópica. Es historia, porque se respalda sobre datos marmóreos, pero incorpora a esos datos el aleteo de una mariposa, que genera una modificación atmosférica cuya resonancia a lo lejos puede llegar a tener la potencia de un huracán. Ese aleteo pude ser algo tan nimio como la firma de un decreto, la muerte de un general en el caos de una batalla, o la decisión de cometer una desobediencia al poder de turno. Los argentinos podemos preguntarnos ahora qué hubiera sido de nuestro atormentado país si, en su breve período, el presidente Duhalde no hubiese elegido a Néstor Kirchner como sucesor, regalándole sus propios votos.
En la historia del mundo han ocurrido hechos que la dibujaron tal como la conocemos. Stefan Zweig, en su maravillosa serie titulada Momentos estelares de la humanidad , describe los chispazos que tuvieron consecuencias enormes. Pero esos chispazos pudieron no ocurrir, y entonces se habrían desbrozado otros caminos.
Aunque el libro de Rosendo Fraga está dedicado a la Argentina, brinda algunas páginas para sintetizar reflexiones que conciernen al universo entero. Por ejemplo, el gran historiador William McNaill, en su obra Gente y Plagas , describe cómo una epidemia mortífera salvó a Jerusalén, en el año 701 a.C., de ser destruida por los asirios, luego de un asedio que pretendía un masivo exterminio. De no haber estallado esa plaga, o de haberse demorado, o de haber sido menos virulenta, no sólo caducaba en ese año la identidad y la religión judías, sino que se tornaban imposibles sus dos gigantescas derivaciones que son el cristianismo y el islam. ¿Nos imaginamos un mundo sin esas vastas religiones?
Otro autor, Josiah Ober, desarrolla las consecuencias que se hubieran originado si un camarada no salvaba a Alejandro Magno de una muerte segura en la batalla del Río Granicus, en el año 334 a.C., frustrando de ese modo la expansión helénica por Asia y Africa, luego por el resto de Europa. Quizá las maravillas de esa civilización habrían quedado sepultadas por milenios.
Otros estudios, siempre basados en hechos, reflexionan sobre las consecuencias de una victoria romana sobre los bárbaros de Europa central, y el avance del imperio hasta el Báltico, provocando una unidad continental sin paralelo. ¿Qué hubiera pasado si Charles Martel no hubiese podido detener, en la batalla de Poitiers, a las victoriosas tropas musulmanas, que en una centuria se habían expandido sobre tres continentes y anhelaban completar la conquista de toda Europa? Y así, de año en año o de siglo en siglo, se pueden conjeturar rutas lógicas que hubiesen conducido a otros finales, tanto de pequeñas regiones como de extensiones inconmensurables.
Además del placer que brinda navegar por esas posibilidades “de novela”, que no son novela, se puede adquirir una visión sorprendente sobre acontecimientos que, mirados a la distancia, parecen obvios. No son obvios y estuvieron a un tris de convertirse en otra cosa. Equivale a mirar con lupa y descubrir elementos que exaltan nuestra emoción, refuerzan nuestros conocimientos y nutren el motor imaginativo.
La obra de Rosendo Fraga sigue un orden cronológico que empieza en el Virreinato y se decide por un punto final (transitorio) ubicado en la guerra de las Malvinas. Cada uno de los quince capítulos tiene la insolencia de plantear una pregunta incómoda y jugarse por el despliegue de una respuesta satisfactoria sobre la base de una profusa y bien procesada documentación.
No me resisto a reproducir esas cuestiones, porque son axiales para la comprensión de la historia nacional. ¿Qué habría pasado “si no se hubiese creado el Virreinato del Río de la Plata?, ¿si las invasiones inglesas hubieran tenido éxito? , ¿si San Martín hubiese obedecido al Directorio, que le ordenaba regresar a Buenos Aires en vez de seguir hacia el Perú?, ¿si al general Paz no le hubieran derribado el caballo?, ¿si Rosas hubiese triunfado en Caseros?, ¿si el Paraguay hubiera ganado la Guerra de la Triple Alianza?, ¿si Roca no hubiese ocupado el sur del país?, ¿si hubiera triunfado la revolución del 90?”
El libro se introduce en el siglo XX con otras cuestiones fogosas, de las que aún viven testigos presenciales. Qué habría pasado “si hubiera fracasado la revolución del 30?, ¿si no hubiese tenido lugar la revolución de 1943, o esa revolución hubiera tomado otro camino?, ¿si en 1955 se hubiese precipitado una guerra civil?, ¿si hubiera fracasado el golpe contra Frondizi?, ¿si no hubiese habido un golpe contra Illia?, ¿si no hubiera habido golpe en 1976?, ¿si se hubiese recuperado la soberanía en las islas Malvinas?”
En el fluir de esta obra repasamos nuestro pasado con un estímulo diferente. No se trata del gastado y plagiado revisionismo, ni de la llamada historia oficial, ni de las sombras que impone la alienación ideológica. Nos conduce por el pavimento de hechos indiscutibles, y es a partir de ellos donde tropezamos con un incidente -recordemos: ¿es el azar un sinónimo de destino?- que tuerce el devenir hacia otro derrotero, muy lógico, pero que no fue el hollado. El golpe de timón no es transitorio, sino que genera consecuencias de inconmensurable magnitud.
Ahora que las reivindicaciones indigenistas cargadas de demagogia (apoyo sólo las que de veras benefician a los pueblos originarios) quieren expulsar a Roca del panteón nacional, vale la pena recordar que él incorporó a la soberanía argentina los territorios que le pertenecen en la actualidad. Rosendo Fraga narra qué hubiese pasado si Roca no hubiera asumido la presidencia de la Nación en 1880. En su lugar habría estado Adolfo Alsina, que desechaba los planes de extender la ocupación de la Patagonia, con el argumento de que sería un gasto improductivo, que la tierra no era cultivable y las condiciones de vida parecían una tortura. Entre 1880 y 1883, Alsina hubiera seguido un plan de ocupación gradual que no excediese el Río Negro. Toda iría bien: “Tras cada avance se crean poblados, se distribuyen tierras y se someten a las tribus que optan por quedarse. Tampoco desea colonizar los territorios del gran Chaco, que han quedado bajo la soberanía argentina después de la Guerra del Paraguay”.
Pero promediando la presidencia de Alsina tiene lugar un conflicto internacional que crea fuerte tensión. Los colonos galeses del Chubut, en una asamblea, piden la incorporación de sus tierras a la corona británica y proponen crear la colonia del Chubut-Islas Malvinas. Es clara la intención de Gran Bretaña de ocupar una porción de la Patagonia sobre el Atlántico. La explotación de lanares en la región y la conveniencia de dar mayor seguridad estratégica a las Malvinas llevan a que el Foreign Office dé ese paso. El Imperio Británico pasa entonces a sumar tres posesiones en el territorio continental latinoamericano: Belice en América Central, Guyana en el norte y Chubut en la porción austral de América del Sur. Al mismo tiempo Chile, que ha puesto fin a su triunfal Guerra del Pacífico, ocupa militarmente el estrecho de Magallanes, todo el territorio de Santa Cruz e instala una gobernación departamental sobre el Atlántico. En esas condiciones -se pregunta Rosendo Fraga- ¿puede la Argentina enfrentar un conflicto simultáneo con Gran Bretaña y Chile? Prima la convicción de eludir la guerra y concentrarse en la explotación económica inmediata de las tierras fértiles. Argentina se resigna a ser mucho más pequeña. Y se olvida que Sarmiento (otro genio vapuleado por el revisionismo populista) había enviado al comandante Piedrabuena al Sur, cuando los chilenos pretendieron instalarse en la Patagonia aquende los Andes y dispuso, en 1873, que en las escuelas se enseñara que esos territorios son argentinos.
Pero todo eso no ocurre, felizmente, porque el prestigioso ministro de Guerra que fue Alsina había muerto en diciembre de 1877. Esa muerte no prevista facilitó que Roca ascendiera a ministro y luego presidente. Sin Roca no hubiera tenido lugar la campaña del Sur, la colonización del Norte, ni se hubiera sancionado la progresista ley 1420, que impulsó la educación argentina hacia sus niveles más altos.
¿ Qué hubiera pasado si…? Historia argentina contrafáctica es un ejercicio admirable, que debería ser recomendado en colegios y universidades para incrementar la conciencia de errores y aciertos que no deben olvidarse.
Fuente: La Nación
A menudo nos quejamos de la decadencia argentina y solemos fantasear sobre el mejor destino que nos hubiese deparado la ausencia de algunos hechos negativos, como los golpes de Estado, o qué rasgos predominarían si se hubieran consolidado leyes y costumbres que capaces de mantener la tendencia al crecimiento material, cultural y moral que prevalecía en los comienzos del siglo XX. ¿Cómo hubiera sido nuestro país si aquellos graníticos pilares que se llamaban “la cultura del trabajo”, “la cultura del esfuerzo” y “la cultura de la decencia” no se hubiesen degradado a la mendicidad, el facilismo y la anomia que hoy nos corroen?
Acaba de aparecer un libro que nos permite navegar sobre las posibilidades que no fueron, pero dejan una enseñanza poderosa que debemos atender. No se trata de ficción, sino de análisis y perspectivas fundadas en hechos. Lo ha escrito Rosendo Fraga, e integra el nuevo género de la historia contrafáctica, que empezó en el Reino Unido en 1931 y es ahora cultivada en varios países. Faltaba la Argentina. No se trata de conjeturas antojadizas, sino de recordar los hechos tal como fueron y detectar cómo, merced a un giro menor, pudieron haber seguido un curso diferente al que registra la historia. Es un ejercicio mental fruitivo, un homenaje al azar que -lo insinuó Borges- suele equivaler a la categoría que llamamos destino.
El título de la obra que ha escrito Rosendo Fraga es ¿Qué hubiera pasado si…? Traduce el What if?? que apareció en Londres y Nueva York en 1931, y luego fue objeto de numerosos trabajos publicados en sucesivos volúmenes, todos ellos a cargo de personalidades reconocidas. Con firme erudición, despliegue imaginativo y un lenguaje fluido, autores tan diversos como Emil Ludwig, Winston Churchill, G. K. Chesterton, Philip Guedalla, André Maurois, Hilaire Belloc, Milton Waldman, Caleb Carr, David McCulloght y muchos otros permiten apreciar el panorama de un mundo distinto del que conocemos. Y que casi, casi, pudo ser el nuestro.
No se trata de ficción, tampoco de la ficción ucrónica ni utópica. Es historia, porque se respalda sobre datos marmóreos, pero incorpora a esos datos el aleteo de una mariposa, que genera una modificación atmosférica cuya resonancia a lo lejos puede llegar a tener la potencia de un huracán. Ese aleteo pude ser algo tan nimio como la firma de un decreto, la muerte de un general en el caos de una batalla, o la decisión de cometer una desobediencia al poder de turno. Los argentinos podemos preguntarnos ahora qué hubiera sido de nuestro atormentado país si, en su breve período, el presidente Duhalde no hubiese elegido a Néstor Kirchner como sucesor, regalándole sus propios votos.
En la historia del mundo han ocurrido hechos que la dibujaron tal como la conocemos. Stefan Zweig, en su maravillosa serie titulada Momentos estelares de la humanidad , describe los chispazos que tuvieron consecuencias enormes. Pero esos chispazos pudieron no ocurrir, y entonces se habrían desbrozado otros caminos.
Aunque el libro de Rosendo Fraga está dedicado a la Argentina, brinda algunas páginas para sintetizar reflexiones que conciernen al universo entero. Por ejemplo, el gran historiador William McNaill, en su obra Gente y Plagas , describe cómo una epidemia mortífera salvó a Jerusalén, en el año 701 a.C., de ser destruida por los asirios, luego de un asedio que pretendía un masivo exterminio. De no haber estallado esa plaga, o de haberse demorado, o de haber sido menos virulenta, no sólo caducaba en ese año la identidad y la religión judías, sino que se tornaban imposibles sus dos gigantescas derivaciones que son el cristianismo y el islam. ¿Nos imaginamos un mundo sin esas vastas religiones?
Otro autor, Josiah Ober, desarrolla las consecuencias que se hubieran originado si un camarada no salvaba a Alejandro Magno de una muerte segura en la batalla del Río Granicus, en el año 334 a.C., frustrando de ese modo la expansión helénica por Asia y Africa, luego por el resto de Europa. Quizá las maravillas de esa civilización habrían quedado sepultadas por milenios.
Otros estudios, siempre basados en hechos, reflexionan sobre las consecuencias de una victoria romana sobre los bárbaros de Europa central, y el avance del imperio hasta el Báltico, provocando una unidad continental sin paralelo. ¿Qué hubiera pasado si Charles Martel no hubiese podido detener, en la batalla de Poitiers, a las victoriosas tropas musulmanas, que en una centuria se habían expandido sobre tres continentes y anhelaban completar la conquista de toda Europa? Y así, de año en año o de siglo en siglo, se pueden conjeturar rutas lógicas que hubiesen conducido a otros finales, tanto de pequeñas regiones como de extensiones inconmensurables.
Además del placer que brinda navegar por esas posibilidades “de novela”, que no son novela, se puede adquirir una visión sorprendente sobre acontecimientos que, mirados a la distancia, parecen obvios. No son obvios y estuvieron a un tris de convertirse en otra cosa. Equivale a mirar con lupa y descubrir elementos que exaltan nuestra emoción, refuerzan nuestros conocimientos y nutren el motor imaginativo.
La obra de Rosendo Fraga sigue un orden cronológico que empieza en el Virreinato y se decide por un punto final (transitorio) ubicado en la guerra de las Malvinas. Cada uno de los quince capítulos tiene la insolencia de plantear una pregunta incómoda y jugarse por el despliegue de una respuesta satisfactoria sobre la base de una profusa y bien procesada documentación.
No me resisto a reproducir esas cuestiones, porque son axiales para la comprensión de la historia nacional. ¿Qué habría pasado “si no se hubiese creado el Virreinato del Río de la Plata?, ¿si las invasiones inglesas hubieran tenido éxito? , ¿si San Martín hubiese obedecido al Directorio, que le ordenaba regresar a Buenos Aires en vez de seguir hacia el Perú?, ¿si al general Paz no le hubieran derribado el caballo?, ¿si Rosas hubiese triunfado en Caseros?, ¿si el Paraguay hubiera ganado la Guerra de la Triple Alianza?, ¿si Roca no hubiese ocupado el sur del país?, ¿si hubiera triunfado la revolución del 90?”
El libro se introduce en el siglo XX con otras cuestiones fogosas, de las que aún viven testigos presenciales. Qué habría pasado “si hubiera fracasado la revolución del 30?, ¿si no hubiese tenido lugar la revolución de 1943, o esa revolución hubiera tomado otro camino?, ¿si en 1955 se hubiese precipitado una guerra civil?, ¿si hubiera fracasado el golpe contra Frondizi?, ¿si no hubiese habido un golpe contra Illia?, ¿si no hubiera habido golpe en 1976?, ¿si se hubiese recuperado la soberanía en las islas Malvinas?”
En el fluir de esta obra repasamos nuestro pasado con un estímulo diferente. No se trata del gastado y plagiado revisionismo, ni de la llamada historia oficial, ni de las sombras que impone la alienación ideológica. Nos conduce por el pavimento de hechos indiscutibles, y es a partir de ellos donde tropezamos con un incidente -recordemos: ¿es el azar un sinónimo de destino?- que tuerce el devenir hacia otro derrotero, muy lógico, pero que no fue el hollado. El golpe de timón no es transitorio, sino que genera consecuencias de inconmensurable magnitud.
Ahora que las reivindicaciones indigenistas cargadas de demagogia (apoyo sólo las que de veras benefician a los pueblos originarios) quieren expulsar a Roca del panteón nacional, vale la pena recordar que él incorporó a la soberanía argentina los territorios que le pertenecen en la actualidad. Rosendo Fraga narra qué hubiese pasado si Roca no hubiera asumido la presidencia de la Nación en 1880. En su lugar habría estado Adolfo Alsina, que desechaba los planes de extender la ocupación de la Patagonia, con el argumento de que sería un gasto improductivo, que la tierra no era cultivable y las condiciones de vida parecían una tortura. Entre 1880 y 1883, Alsina hubiera seguido un plan de ocupación gradual que no excediese el Río Negro. Toda iría bien: “Tras cada avance se crean poblados, se distribuyen tierras y se someten a las tribus que optan por quedarse. Tampoco desea colonizar los territorios del gran Chaco, que han quedado bajo la soberanía argentina después de la Guerra del Paraguay”.
Pero promediando la presidencia de Alsina tiene lugar un conflicto internacional que crea fuerte tensión. Los colonos galeses del Chubut, en una asamblea, piden la incorporación de sus tierras a la corona británica y proponen crear la colonia del Chubut-Islas Malvinas. Es clara la intención de Gran Bretaña de ocupar una porción de la Patagonia sobre el Atlántico. La explotación de lanares en la región y la conveniencia de dar mayor seguridad estratégica a las Malvinas llevan a que el Foreign Office dé ese paso. El Imperio Británico pasa entonces a sumar tres posesiones en el territorio continental latinoamericano: Belice en América Central, Guyana en el norte y Chubut en la porción austral de América del Sur. Al mismo tiempo Chile, que ha puesto fin a su triunfal Guerra del Pacífico, ocupa militarmente el estrecho de Magallanes, todo el territorio de Santa Cruz e instala una gobernación departamental sobre el Atlántico. En esas condiciones -se pregunta Rosendo Fraga- ¿puede la Argentina enfrentar un conflicto simultáneo con Gran Bretaña y Chile? Prima la convicción de eludir la guerra y concentrarse en la explotación económica inmediata de las tierras fértiles. Argentina se resigna a ser mucho más pequeña. Y se olvida que Sarmiento (otro genio vapuleado por el revisionismo populista) había enviado al comandante Piedrabuena al Sur, cuando los chilenos pretendieron instalarse en la Patagonia aquende los Andes y dispuso, en 1873, que en las escuelas se enseñara que esos territorios son argentinos.
Pero todo eso no ocurre, felizmente, porque el prestigioso ministro de Guerra que fue Alsina había muerto en diciembre de 1877. Esa muerte no prevista facilitó que Roca ascendiera a ministro y luego presidente. Sin Roca no hubiera tenido lugar la campaña del Sur, la colonización del Norte, ni se hubiera sancionado la progresista ley 1420, que impulsó la educación argentina hacia sus niveles más altos.
¿ Qué hubiera pasado si…? Historia argentina contrafáctica es un ejercicio admirable, que debería ser recomendado en colegios y universidades para incrementar la conciencia de errores y aciertos que no deben olvidarse.
Fuente: La Nación
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