COMBATIR IDEAS, ATACANDO A LAS PERSONAS…
AYER, IGUAL QUE HOY. ALLÁ IGUAL QUE ACÁ
“Yo, el mayor Larrabure, se me pide que me informe que se lleva a cabo una negociación por parte del Ejército Argentino y el ERP, por la cual se cambiará al suscripto, por 5 (cinco) integrantes del ERP… (Invernizzi, Gómez, Zuárez…”
(Pedido de canje del ERP, escrito por Larrabure – 18 de junio 1975)
(Pedido de canje del ERP, escrito por Larrabure – 18 de junio 1975)
Las imágenes son emotivas, claro, pero tan tan cinematográficamente cuidadas, que uno sospecha. Un ejército revolucionario, FARC, autoproclamados Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, entrega dos mujeres que habían secuestrado 6 años atrás. Las mujeres, visiblemente demacradas, saludan amablemente a sus secuestradores. La cámara no pierde detalle, ni omite los primeros planos. Una de ellas, dicen las crónicas, ha tenido, en cautiverio, un hijo que no ve desde hace muchos años, fruto de “una relación consentida con un guerrillero”, repiten los cronistas sin sonrojarse.
Yo sonrío, pero quiero llorar. Mis hijos miran, y se horrorizan y se emocionan…al fin y al cabo, son hijos también de la dictadura de la imagen, y la imagen hoy, cuenta que los “humanitarios” son los secuestradores que liberan, y los tiranos que lucran con el horror. Entonces yo les muestro y les cuento. Les muestro, porque sé que ellos son la generación del “ver, para creer”. Y les cuento, porque sé que la palabra queda latente en algún rincón de la memoria, y brota en el “alguna vez” menos pensado.
Les muestro la carta que un día me hizo llegar Arturo Larrabure. A él, en otro tiempo, y otros guerrilleros (que se autoproclamaban Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP), le secuestraron a su padre, y un año más tarde, se lo tiraron muerto en una zanja.
Arturo tenía entonces, 14 años. La carta que les muestro a mis hijos, está escrita por Argentino del Valle Larrabure, y está escrita en cautiverio. En ella, los guerrilleros exigen un canje de presos. El devenir de la historia. Treinta años, dos países hermanos, la misma América letrina…el mismo horror de la historia.
Les muestro, y les cuento, para que ellos hagan el paralelismo. Para que ellos saquen, algún día, sus propias conclusiones. Para que ellos vean detrás de ese muro de mentiras, que nuestro gobierno ha levantado para esconder la historia.
Ayer y hoy, los guerrilleros proclamándose pueblo. Ayer y hoy, combatiendo a un gobierno democrático. Ayer y hoy, secuestrando. Ayer y hoy, extorsionando para liberar a los guerrilleros detenidos y enjuiciados por la democracia. Ayer y hoy, asesinando.
Ayer fue Larrabure, en el gobierno democrático de Isabel Perón. Hoy, son Clara, Consuelo, Ingrid y tantos más, en el gobierno democrático de Álvaro Uribe. Ayer el horror fue en Argentina. Hoy, el horror es en Colombia.
Y debajo de la carta, una foto de Larrabure en el agujero donde estuvo secuestrado. Larrabure estuvo 372 días secuestrado. Luego fue encontrado muerto, en una zanja de la ciudad de Rosario. Estaba esquelético, con signos de haber sido torturado con picana eléctrica, estrangulado, y congelado después de muerto. Argentina 1.975. En Colombia 2.008, Clara Rojas ahora está libre del horror. Pero tal vez nunca se libere de sus fantasmas. Clara, y la palabra que sobrevive para que viva la historia: "El delito de secuestro es de lesa humanidad, me preocupa enormemente que ellos se dicen el ejército del pueblo, un ejército organizado, y uno ve que entrenan gente para secuestrar…". Colombia 2.008. Y en Argentina de 1.975, veo la foto de Larrabure en cautiverio. Y me resulta imposible no recordar la Colombia de hoy. Ingrid Betancourt, secuestrada en Colombia desde febrero del 2002. Ingrid, y otra vez la palabra que sobrevive para que viva la historia: "No tengo ganas de nada porque aquí en esta selva la única respuesta a todo es no... la vida aquí no es vida, es un desperdicio lúgubre de tiempo... no he vuelto a comer, el apetito se me bloqueó, el pelo se me cae en grandes cantidades, sobrevivo en una hamaca tendida entre dos palos, cubierta con un mosquitero y con una carpa encima que oficia de techo…aquí nada es propio, nada dura, la incertidumbre y la precariedad son la única constante". Escribir, la palabra para que sobreviva la historia. En Argentina de 1.975, también Larrabure escribió desde su cautiverio: “…Se cae a una celda estrecha, húmeda. Un escondrijo de ratas donde los carceleros encapuchados juegan una suerte de duendes o de brujas. Soledad de voces y ausencia total de facciones vivas. La cara es reflejo del alma y los mentados “carceleros del pueblo” son capuchas móviles, insensibles, endurecidos por resentimientos de profundas raíces. Son carceleros sin alma”. La palabra, para que sobreviva la historia. Larrabure murió. Lo asesinaron. Sus palabras, han hecho que sobreviva su historia. La lucha de Arturo, su hijo, hará que la historia de los hombres, se hermane con la justicia de los hombres. Clara Rojas sobrevivió para contarnos el horror. Ingrid Betancourt, aún sigue secuestrada, “muerta en vida”, en algún lugar recóndito de la selva colombiana, o venezolana. Todos, han sido víctimas de los que insisten en combatir ideas, atacando a las personas.
Yo sonrío, pero quiero llorar. Mis hijos miran, y se horrorizan y se emocionan…al fin y al cabo, son hijos también de la dictadura de la imagen, y la imagen hoy, cuenta que los “humanitarios” son los secuestradores que liberan, y los tiranos que lucran con el horror. Entonces yo les muestro y les cuento. Les muestro, porque sé que ellos son la generación del “ver, para creer”. Y les cuento, porque sé que la palabra queda latente en algún rincón de la memoria, y brota en el “alguna vez” menos pensado.
Les muestro la carta que un día me hizo llegar Arturo Larrabure. A él, en otro tiempo, y otros guerrilleros (que se autoproclamaban Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP), le secuestraron a su padre, y un año más tarde, se lo tiraron muerto en una zanja.
Arturo tenía entonces, 14 años. La carta que les muestro a mis hijos, está escrita por Argentino del Valle Larrabure, y está escrita en cautiverio. En ella, los guerrilleros exigen un canje de presos. El devenir de la historia. Treinta años, dos países hermanos, la misma América letrina…el mismo horror de la historia.
Les muestro, y les cuento, para que ellos hagan el paralelismo. Para que ellos saquen, algún día, sus propias conclusiones. Para que ellos vean detrás de ese muro de mentiras, que nuestro gobierno ha levantado para esconder la historia.
Ayer y hoy, los guerrilleros proclamándose pueblo. Ayer y hoy, combatiendo a un gobierno democrático. Ayer y hoy, secuestrando. Ayer y hoy, extorsionando para liberar a los guerrilleros detenidos y enjuiciados por la democracia. Ayer y hoy, asesinando.
Ayer fue Larrabure, en el gobierno democrático de Isabel Perón. Hoy, son Clara, Consuelo, Ingrid y tantos más, en el gobierno democrático de Álvaro Uribe. Ayer el horror fue en Argentina. Hoy, el horror es en Colombia.
Y debajo de la carta, una foto de Larrabure en el agujero donde estuvo secuestrado. Larrabure estuvo 372 días secuestrado. Luego fue encontrado muerto, en una zanja de la ciudad de Rosario. Estaba esquelético, con signos de haber sido torturado con picana eléctrica, estrangulado, y congelado después de muerto. Argentina 1.975. En Colombia 2.008, Clara Rojas ahora está libre del horror. Pero tal vez nunca se libere de sus fantasmas. Clara, y la palabra que sobrevive para que viva la historia: "El delito de secuestro es de lesa humanidad, me preocupa enormemente que ellos se dicen el ejército del pueblo, un ejército organizado, y uno ve que entrenan gente para secuestrar…". Colombia 2.008. Y en Argentina de 1.975, veo la foto de Larrabure en cautiverio. Y me resulta imposible no recordar la Colombia de hoy. Ingrid Betancourt, secuestrada en Colombia desde febrero del 2002. Ingrid, y otra vez la palabra que sobrevive para que viva la historia: "No tengo ganas de nada porque aquí en esta selva la única respuesta a todo es no... la vida aquí no es vida, es un desperdicio lúgubre de tiempo... no he vuelto a comer, el apetito se me bloqueó, el pelo se me cae en grandes cantidades, sobrevivo en una hamaca tendida entre dos palos, cubierta con un mosquitero y con una carpa encima que oficia de techo…aquí nada es propio, nada dura, la incertidumbre y la precariedad son la única constante". Escribir, la palabra para que sobreviva la historia. En Argentina de 1.975, también Larrabure escribió desde su cautiverio: “…Se cae a una celda estrecha, húmeda. Un escondrijo de ratas donde los carceleros encapuchados juegan una suerte de duendes o de brujas. Soledad de voces y ausencia total de facciones vivas. La cara es reflejo del alma y los mentados “carceleros del pueblo” son capuchas móviles, insensibles, endurecidos por resentimientos de profundas raíces. Son carceleros sin alma”. La palabra, para que sobreviva la historia. Larrabure murió. Lo asesinaron. Sus palabras, han hecho que sobreviva su historia. La lucha de Arturo, su hijo, hará que la historia de los hombres, se hermane con la justicia de los hombres. Clara Rojas sobrevivió para contarnos el horror. Ingrid Betancourt, aún sigue secuestrada, “muerta en vida”, en algún lugar recóndito de la selva colombiana, o venezolana. Todos, han sido víctimas de los que insisten en combatir ideas, atacando a las personas.
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