martes, 7 de junio de 2016

Pequeñas escenas de pugilato de la vida real…



“¡Soy duro!...He estado talando árboles…Me he peleado con un cocodrilo…Me he pegado con una ballena…He esposado al trueno y he metido al rayo en la cárcel. La semana pasada asesiné a una roca, lesioné a una piedra y mandé al hospital a un ladrillo” gritó Muhammad Alí en sus días de euforia, subido a las cuerdas que enmarcaban su momento de gloria.
Tantas veces de chico me quedé despierto hasta tarde para ver a ese negro grandote y demoledor, bailar entre las cuerdas, noqueando a la miseria con sus enormes puños, y sus brazos de acero enguantados en hambre de gloria. Sí, a mis seis o siete años, yo también lo creí Dios.
La euforia, y esa gloria que miente inmortalidad… hasta que nos damos cuenta que la realidad, mucho menos glamorosa, con sus puños de seda puede más que todos los puños de acero.
Para Alí, fue el Parkinson antes de los 40 años. Lo bajó a la tierra y le avisó realidad durante más de 30 años, cada segundo de cada día de cada semana de cada mes de cada año… de todo el resto de su vida. Como un árbitro implacable mirándolo a los ojos y mostrándole los dedos de su mano: Uno, dos…tres…cuatro… entonces, al promediar la cuenta, el Alí ególatra se volvió el Alí sabio.
Pero algunos pueden, asumir la realidad, digo… y otros no.
Los días de gloria son días de engañarse inmortalidad, de subirse a las cuerdas que enmarcan el ego, ese EGO grandote que aflora fácil… que nos hace gritar: Soy el Rey del mundo, soy el Rey del mundo!!… que lo digan los Báez y los Kirchner… o los kirchneristas amancebados que durante doce años pasearon por nuestras vidas sus ínfulas de eternidad, subidos a las cuerdas de la impunidad, aplaudidos por un ring side con entradas de favor. Obsecuente. Y cómplice. O muy pelotudo, vaya uno a saber.
Pero claro, también los días de inmortalidad vendrán para los de de ahora, y para los que vendrán después de los de ahora.
Cierro los ojos… y hasta los escucho: “¡Soy duro!...He estado talando árboles…Me he peleado con un cocodrilo…Me he pegado con una ballena…He esposado al trueno y he metido al rayo en la cárcel. La semana pasada asesiné a una roca, lesioné a una piedra y mandé al hospital a un ladrillo”… sí, claro que los escucho. Y me pregunto, pues ya no tengo seis ni siete años como para creerlos Dios: ¿Podrán bajar a la tierra a tiempo?, ¿bañarse de realidad e intentar hacerse sabios... antes que el guante de seda, ese que pega más fuerte y más duro que mil puños de acero y gloria, los siente en la lona y un árbitro implacable se acerque, los mire a los ojos y les muestre sus dedos: uno, dos…tres…cuatro!!…?
Algunos pueden, asumir la realidad digo... pero otros no. Es la diferencia entre volverse sabios, o “EGOmorir”… como los del montón.
Es la diferencia entre ganar con gloria… o la muerte súbita del KO.

Horacio R. Palma
Escribidor contumaz


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