“No basta, traerlos al mundo porque es obligatorio
- porque son la base del matrimonio - o
porque te equivocaste en la cuenta - No basta con llevarlos a la escuela a que
aprendan - porque la vida es cada día más dura - ser lo que tu padre no pudo
ser…”
(No Basta - Franco De Vita)
Con
papá en la mesa no volaba una mosca.
Mil
veces escuché este tipo de comentarios a lo largo de mi infancia. No se rían
porque aunque no parezca, sí tuve infancia.
Es
curioso, pues cuando yo era chico y escuchaba frases por el estilo, solía
fastidiarme mucho con los mayores que me recriminaban elípticamente
comportamientos con ese tipo de comentarios fuera de tiempo. “Tu papá era tu
papá”, recuerdo que repetía yo en voz baja, pues por aquél entonces, a los
viejos no se les contestaba, claro.
Pasaron
los años, siempre los años pasan, y muchas veces me descubro sonriendo para mis
adentros cuando en casa se me escapa un “cuando yo era chico…”, y mis hijos
revolean los ojos y las manos en un revoleo cuyas palabras adivino… “fua, aquí
va el viejo otra vez con el cuentito”.
Todo
pasa y todo llega… como decía el poeta.
Tercer
domingo de junio es hoy, y vaya a saber porqué extraña cuestión, precisamente
hoy… nos hacen celebrar el día del padre. Ah sí, porque este tipo de cuestiones
en los calendarios modernos son cuestiones de cumplimiento obligatorio.
Cartelería
profusa, propaganda desmedida, ofertas especiales y trabajitos en cada aula de
cada escuela del país… ¡Ojito con el que se olvida de saludar a su padre!, ni
hablar del escarnio que sufrirá aquél que olvidó comprar un regalito para el
“hombre de la casa”. La publicidad es cada vez más contundente y no se cansa de
golpear morales con golpes bajos. Nos corre con la culpa, y el que no quiere o
no puede comprar “el regalo para papá”, pasa a ser el peor hijo del planeta.
Les
diré la verdad, no tengo idea porqué el día del padre en Argentina se festeja
el tercer domingo de junio. Claro que podría, ya que estoy en la computadora,
hacer un clic en alguno de los tantos buscadores de Internet y sacarme la duda…
ahora es tan fácil encontrar este tipo de información… pero como sospecho que
la fecha en cuestión no se debe a ninguna fecha interesante sino que la imagino
una fecha rebuscada, prefiero quedarme con la duda y no dar el brazo a torcer.
Tercer
domingo de junio. Día del padre y Argentina en el Mundial debutando… el mundial
es otra historia, ya se sabe que por estos lares el fútbol es el opio de los
pueblos.
Padres.
Padres… padres. Los de antes, los de mucho antes, los de recontra antes, los de
ahora, los que serán padres mañana. Cada uno a su manera.
Y
así como no me dejo llevar por las convenciones comerciales del calendario, y
mucho menos me dejo arrastrar por las corrientes que exigen consumo en estas
fechas “especiales”, sí me quedo pensando en todo eso que significó en mí ser
padre.
Porque
los tiempos cambian, y los tiempos hacen cambiar a las personas, sí. Pero más
allá de los tiempos y los cambios, lo que no podemos negar es que, ni antes ni
ahora ni mañana, ser padre será solo tener los hijos. Ser padre es mucho más
que tener un hijo.
Obviamente
que desde el tiempo del garrote en las cavernas, pasando por los viejos
recientes tiempos de cuando en las mesas familiares no volaba una mosca… hasta
los tiempos modernos donde los padres nos hemos acostumbrado con fea
resignación a varias deslealtades feroces por parte de nuestros hijos, hay
diferencias abismales. Lo que no cambia ni cambiará, es esa sensación especial
que uno siente frente a su hijo.
A
mí, ser padre me cambió, no “la vida”, sino la forma de ver “la vida”.
Ser
padre me cambió radicalmente la postura de ver las cosas. Esas cosas que yo
creía tener tan claras un ratito antes… se me hicieron trizas en el momento
mismo en que tuve en brazos a Belu, la primera del trío.
Digo,
no es solo la manera en que uno debe tomarse la vida en adelante, sino que es a
partir de ese momento, cuando uno comienza a entender varias cosas que
criticaba con crueldad en su padre. Si, eso me pasó a mí. De pronto, como
cuando las luces claras de una mañana soleada entran en una habitación al abrir
la ventana, así de claro entendí el día en que fui padre, un montón de cosas
que le criticaba a mi viejo.
Ser
padre a mí me hizo parar distinto frente a la vida y frente al mundo. Ser padre
me cambió el norte. Cuando fui padre se me esfumó ese vivir día a día sin
pensar en el mañana. Ahora, el mañana no era solo el mañana mío, sino que
arrastraba también el mañana de otra personita.
Claro
que cambian los tiempos y los tiempos cambian a las personas. Los tiempos
cambian a los padres, y los padres cambiados cambian a los hijos. Así fue, así
es… y así seguirá siendo. Pero no hablo de las formas, hablo de cosas más
profundas.
Recién
cuando fui padre entendí la preocupación de mis viejos en las noches largas.
“Anoche no pegué un ojo… ” era una frase que cuando la escuchaba en boca de mi
viejo un domingo a la mañana al llegar a casa después de haber salido un
sábado, me parecía una sobreactuación insensata.
Pues
bien, ahora soy yo el que no pega un ojo hasta que no llegan todos a casa los
fines de semana.
Aclaro
que no estoy dando ni buscando fórmulas de padres modelos. Ya sé que no hay
fórmulas mágicas para ser un padre impecable. Cada uno de nosotros somos un
mundo y nuestras circunstancias, así que no creo en fórmulas ni en recetas tipo
Pilar Sordo, que puedan cocinar el “papá perfecto”.
Sí
creo mucho en el amor sincero y en el ejemplo. Creo mucho más en el ejemplo que
en las palabras. Estoy convencido que el ejemplo es el que enseña.
En
esas ando embarcado. Miro a mis hijos cada mañana, y veo como se escapan por la
vida a pasos agigantados. Supe desde el primer día que, como dice la canción
“crecerían y un día me dirían adiós”, pero una cosa es decirlo y otra muy
distinta es vivirlo.
Y
aquí estoy yo, quién lo diría, en el embrollo lindo de ser padre. Y allí están
ellos en la experiencia agridulce de ser hijos. Los miro y los escucho. Sé que
hay cosas que entienden ahora, y sé que hay cosas que entenderán más adelante.
Tercer
domingo de junio. No… no quiero regalos. Tantos años pregonando lo mismo que
hasta parece un capricho. Pero es así… me llenan mucho más los besos tiernos y
los abrazos fuertes, que un estuche de algo que puedo perder mañana. Me realiza
más como padre ver a Belu en su mundo de química y biología, en su porte universitaria
de alumna y profe, en su Fe sin fisuras, en sus ganas de catequesis, de
misionar, de abrazar a los que más lo necesitan en el campo o en las villas. En
su sonrisa y sus besos con abrazos de mañana tempranito. A Gerva saliendo de
madrugada en bici con sus libros y sus ganas bajo el brazo escondiendo esa
sonrisa que le sale a veces, pero nunca de mañana, y con su impostura de hombre
recio y corazón tierno. Más que los regalos me pueden los mimos y la
complicidad de Bauti, que quedó en el pelotón de hijos rezagados… pero que
ahora está primero en el campeonato de malcriados…
Y
está María, claro, la de los ojos de mar y de cielo, que me hizo papá, con la
que nos conocemos desde chiquititos y con quien desde siempre construimos
juntos a pulmón, nuestro sueño de vida y de familia
Sí,
ya que este domingo aún puedo elegir, elijo los besos y los abrazos y las
charlas y las sonrisas y las carcajadas con mis hijos. Cada uno de nuestros
momentos felices, que nunca, nadie podrá robarnos.
Cada
uno a su manera, cada uno con sus tiempos. Elijo eso de entre todos los
catálogos huecos de cosas materiales.
Feliz
día a todos esos padres que han hecho con sus hijos, mucho más que solo tenerlos.
Horacio R. Palma
Escribidor contumaz... de cosas sin importancia
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