Y finalmente,
enfermo y viejo… murió Nelson Mandela.
El hacedor de
la pacificación de Sudáfrica, falleció tras una larga convalecencia en su casa
de Johannesburgo. Tenía enormes 95 años. Lo cuidaban 22 médicos, dicen las
crónicas. Supongamos que sea cierto. Se lo merecía.
Tal vez la
pulmonía última haya sido una complicación de la tuberculosis que incubó en esos
27 años que pasó preso en Robben Island.
Mandela era
miembro de una familia negra y numerosa de Sudáfrica, cuando ser negro en
Sudáfrica era sinónimo de perder muchos derechos individuales de ser ciudadano
y otras muchas humillaciones como ser humano.
Era abogado y
un militante comprometido. Su militancia lo había convertido en su tierra, en
el símbolo de la libertad para los de su raza.
Nacido en un
pequeño pueblo, Mandela se educó entre misioneros hasta ingresar al colegio
Universitario de Fort Hare. Es allí donde se
compromete en militancia y se incorpora al Congreso Nacional Africano (ANC), un
movimiento de luchaba contra la opresión de los negros sudafricanos. Todavía no
había llegado 1945.
El Congreso
Nacional Africano comulgaba con las ideas socialistas de la época, es verdad,
pero Mandela supo ver más allá.
Años más
tarde, Mandela llega a la presidencia del Congreso Nacional Africano, cuando en
Sudáfrica gobierna el Partido Nacional, que impone la segregación racial y hace
mucho más fuerte el llamado: “Apartheid”.
La represión
del gobierno para con los activistas, produjo 8.000 detenciones, uno de ellos
Mandela. Lo liberan en el año 1955, y reaparece promoviendo la aprobación de
una Carta de la Libertad, en la que plasmaba la aspiración de un Estado
Multirracial, igualitario y democrático, una reforma agraria y una política de
justicia social.
Las
manifestaciones se intensificaron y el régimen racista se endureció. Los
líderes del ANC comprendieron la imposibilidad de seguir luchando por
métodos no violentos. En 1961 Mandela fue elegido secretario honorario del
Congreso de Acción Nacional de Toda África, un nuevo movimiento clandestino
que adoptó el sabotaje como medio de lucha contra el régimen de la
recién proclamada República Sudafricana.
Fueron años
violentos, en una nación violenta. Pero Mandela sabría ver más allá.
En 1962 fue
detenido nuevamente y condenado a cadena perpetua: estuvo 27 años en la
cárcel. Desde distintos lugares del mundo llegaban las peticiones al
gobierno Sudafricano para que lo liberara. Pero el régimen
sudafricano rechazó en todo momento las peticiones internacionales.
Así, Mandela se convirtió en un símbolo de la lucha contra el
apartheid dentro y fuera del país.
En 1984 el
gobierno le ofrece la libertad, solo si aceptaba establecerse en uno de los
sectores del apartheid, una especie de gueto para los de su raza. Mandela lo
rechazó. Su nombre ya era parte de la lucha popular y la población presionaba
más contra un régimen que se debilitaba a pasos agigantados.
Frederik De
Klerk era por entonces el presidente de la República por el Partido Nacional.
Ante las presiones, De Klerk asume una primera apertura contra la segregación
racial y en el año 1990 libera a Nelson Mandela, convirtiéndolo en su principal
interlocutor para negociar el proceso de democratización.
Por estos
hechos, ambos compartieron el Premio Nobel de la Paz en 1993.
Las elecciones
fueron en el año 1994, y en ellas Mandela se convirtió en el primer
presidente negro de Sudáfrica. Allí aparece en toda dimensión su estatura de
Estadista y pacificador, pues en un gesto inconmensurable para la reconciliación
nacional definitiva de Sudáfrica, decide mantener al ex Presidente De Klerk
como vicepresidente.
En otro gesto
de Estadista sin par, el 20 de junio de 1999 Mandela entrega el poder a su
sucesor, Thabo Mbeki, y se retiró de la política.
Ahora que “Madiba”
ha muerto, los mezquinos de siempre, los que por historia no le llegan ni
siquiera a la altura de sus tobillos, han comenzado con la ingente tarea de
apropiarse en el discurso, de las bondades de Mandela.
Algunos lo
muestran a Mandela abrazado al dictador cruel de Cuba, Fidel Castro, otros lo
esgrimen abrazado a Khadafi. Otros lo critican por su militancia pro aborto.
Los mezquinos
de siempre, los de corazón chiquito, no alcanzan a entender el ejemplo Mandela.
Nuestro país
sobre todo, que desde hace años se desangra en antinomias imbéciles de
violencias ancestrales, debería meditar mucho y bien la enseñanza pacificadora
de Mandela. Más allá de las fotos o de los discursos, de las palabras o la
retórica, a los grandes hombres y mujeres de la historia se las distingue por
sus acciones.
Y ahí está
Mandela, viejo, enfermo, saliendo en libertad tras 27 años de prisión sin
ánimos de venganza.
Salir, y
unirse a su último carcelero y hacerlo su vicepresidente y poner pero en serio,
a la Patria por encima de las miserias de los hombres.
Mandela y De
Klerck unidos en las manos y en la sonrisa, mirando hacia el futuro de una
Sudáfrica pacificada y sin rencores… con errores también, como hombres que son.
Por todo lo que representó para Sudáfrica, ésa es la mejor foto de Mandela.
Estoy
convencido que el legado de Mandela, el ejemplo de Mandela... es haber sido
capaz de perdonar a sus carceleros y haber puesto los intereses de su Nación,
por sobre las miserias personales de la venganza. Mandela fue el hombre y
su circunstancia.
Murió un
ESTADISTA, así, con mayúsculas.
Y eso es algo
de lo que nuestros políticos y representantes deberían aprender.
Este gobierno
de Argentina, embanderado en sospechosas luchas populares de supuesta grandeza
nacional, y todos aquellos que desde hace 30 años manejan en Argentina el feroz
negocio de la venganza, no tienen estatura moral para comparase con el legado
MANDELA, ni comparase a la hora de hablar de derechos humanos.
Deberían más
bien nuestros representantes y nuestros mercenarios de los derechos humanos,
meditar y seguir su ejemplo. Pero no lo creo probable, pues para eso se deber
tener grandeza de corazón... y amor por la Patria.
Murió Nelson
Mandela, 27 años preso: Cero Rands de indemnización
Murió Nelson
Mandela, el hombre que cambió su País con una revolución pacífica de perdón, un
hombre que no necesita ni remeras ni banderas de revolucionarios berretas y
violentos.
Murió Nelson
Mandela, y descansa en paz...
Su gran mérito, no fue sólo defender la
reconciliación y el perdón de su país, sino inculcarlos en quienes reclamaban
la revancha...
Quizás, algún día… los argentinos
podamos actuar su ejemplo, en lugar de solo declamarlo con palabras vacías.
Horacio R. Palma
El Día de Gualeguay
Gualeguay
Entre Ríos
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