domingo, 15 de diciembre de 2013

Juicios por supuestos delitos de lesa humanidad en Salta... más cirko

14/12/2013                                                                                            Por Mauricio Ortín
                      MEGACAUSA SALTA: “Una pequeña mentira”

La justicia es una de las caras de la moneda; la otra, es la verdad. En un país donde rige el Estado de Derecho, la sentencia condenatoria de un juez es una consecuencia directa del establecimiento de la verdad acerca de la culpabilidad del acusado. Cualquier duda razonable, al respecto, favorece al reo. Ahora bien, a la verdad no se llega de cualquier manera o por cualquier atajo. La humanidad, con Occidente a la cabeza, ha descubierto, construido y perfeccionado el método que, más que ningún otro, minimiza la probabilidad del desacierto en la búsqueda de la verdad. Desde la Antigua Grecia hasta hoy, suman más de dos mil años en los que el método científico, por sus cualidades intrínsecas, ha demostrado ser mucho más fiable en sus resultados que lo que dicen las pitonisas, la borra del cafe, los brujos, etcetera. Un enunciado que pretende ostentar el título de “verdad científica” debe como mínimo reunir dos condiciones: a) ser lógicamente coherente y, b) poder ser contrastado con la realidad empírica. Así, por ejemplo, por absurdo no puede ser verdad (tampoco falso), el enunciado: “Juan, que nunca robó, es ladrón. Separadamente, en cambio, de que “Juan es ladrón” o que “Juan nunca robó”, sí y sólo sí, se puede afirmar su verdad o falsedad cuando se presenten hechos que así lo corroboren. Una cosa, entonces, es afirmar algo en forma coherente y otra muy distinta es comprobar la verdad de esa afirmación. De ahí, que simple testimonio de alguien que acusa a otro de haber cometido un delito no alcance para invalidar el testimonio del que se dice inocente. Mucho menos, todavía, cuando se descubre que la acusación se funda en testimonio de dudosa veracidad. Pues bien, aparentemente no lo entendería así el fiscal de la Megacausa de Salta, Dr. Ricardo Toranzos, quién, a pesar de circunstancias como las descriptas, solicitó condena. Ello se desprende directamente del hecho de que el enjuiciado en la “Megacausa Unsa”, Marcelo Gatto, demostró con claridad meridiana, a partir de documentación obrante en el expediente que, la señora Cristina Cobos no dijo verdad respecto a un hecho central que supuestamente incriminaba al entonces Subteniente (Había declarado que lo reconoció como uno de sus interrogadores. Mas, entre las seis fotos que se le presentaron para tal fin no estaba la de Gatto). Luego, el fiscal (contra Gatto) no sólo no tiene pruebas sino, también, la posible falsedad del testimonio que lo incrimina. Circunstancia, esta última, que fue admitida en el alegato de Ricardo Toranzos cuando, en lugar de solicitar el procesamiento de Cobos por el presunto falso testimonio, intentó salvar el resto de los dichos de ésta que incriminaban a otros. Textualmentey en tono de interrogación, dijo: “... si solamente una pequeña mentira bastaba para adjudicar responsabilidad y negar la validez de un testimonio...”
 ¿Justicia? Lo que para Toranzos es una inocente y “pequeña mentira” de Cristina Cobos, para Gatto, Chaín y De la Vega puede llegar a ser la “gran monstruosa mentira” que los condenará de por vida a podrirse en la Cárcel.




14/12/2013                                                                       
                        CARTA ABIERTA AL SEÑOR FISCAL RICARDO TORANZOS

No sabemos en qué fuentes documentales habrá abrevado el Fiscal Ricardo Toranzos, para redactar su alegato en Juicio de la Megacausa de Salta; aparentemente, sólo escuchó el repicar de una de las dos campanas. En el Ítem, “II.- CONTEXTO NACIONAL AL MOMENTO DE LOS HECHOS”, entre otras cosas, deslinda, absolutamente, de toda responsabilidad al poder político por el terror ejercido desde el Estado durante el gobierno constitucional en la década del ’70. Siempre son las FFAA las responsables. Nada dice acerca de la masacre que los peronistas hicieron en Ezeiza y, la Triple A, pareciera nació de un rabanito y no de la intimidad del gobierno justicialista. Cita la, tristemente célebre, frase del general Ibérico Saint Jean, dicha en Mayo de 1977 (“Primero mataremos a todos los subversivos, luego mataremos a sus colaboradores...”) pero no la del entonces presidente, Juan Perón, que tres años antes (22 de Enero de 1974), refiriéndose a los guerrilleros, dijo: “...que el reducido números de psicópatas que van quedando sea exterminado uno a uno para el bien de la República". Es falso, también, lo que afirma respecto a la represión cuando alega: “Toda esta actividad se desarrollaba sistemáticamente y estaba destinada al exterminio de toda persona que se sospechara como opositora del régimen de facto”.Tanto el gobierno constitucional de Juan e Isabel Perón, como el de facto, asesinaban a terroristas y subversivos. El propio Firmenich así lo certifica. Es, alevosamente, falso de que los militares exterminaban a todo sospechoso de opositor al régimen. Raúl Alfonsín; Oscar Alende; Jorge Abelardo Ramos; Arturo Frondizi y tantos otros eran opositores y no fueron ni encarcelados, ni exterminados. Es una argucia de baja estofa poner en la misma bolsa a asesinos y secuestradores con ciudadanos que creían en la democracia.
Por último, algo más de su tendencioso alegato nos revuelve las tripas y no se lo podemos dejar pasar. Dice usted que, María Cristina Viola, de dos años de vida, falleció porque su padre, el Capitán Humberto Viola se agachó en el momento en que le disparaban para asesinarlo. Que sentada en el asiento trasero del Citroen Ami 8 recibió el impacto que iba al padre, que estaba al volante. Otra vez usted distorsionando los hechos. Palabras más, palabras menos, se parece a la de los degenerados, genocidas y criminales de niños y de lesa humanidad que mataron al Capitán Humberto Viola y que publicaron como hazaña en la revista del ERP.  Esos cobardes (usted los llama, grupo comando) actuaron de manera muy distinta de como usted lo describe. Fue desde atrás y con una escopeta Itaka de cinco perdigones por cartucho que dispararon adentro del auto. Nadie se agachó, porque no vieron al atacante y no hay forma de esquivar una bala a tres metros y, mucho menos, a cinco proyectiles juntos de una escopeta. A continuación, le transcribimos el relato de, como sucedieron los hechos, según el Dr. Carlos Picón, cuñado y tío de las víctimas: “El primer escopetazo lo hicieron desde atrás, a no más de tres metros de distancia, prácticamente a quemarropa. La perdigonada entró de lleno por la ventanilla del asiento trasero, justamente donde estaban ubicadas las nenas. Tres postas de plomo dieron en el cráneo de María Cristina, destruyéndolo. Murió en el acto. Una posta entró por la base del cráneo de María Fernanda y se alojó, sin salida, en el lado derecho del frontal. Es decir, recorrió todo el cerebro de esa cabecita. María Fernanda, vive, sólo por que Dios así lo dispuso. Humberto recibió, en ese momento, una posta de plomo, por la espalda, en la base del pulmón. Es ahí, cuando desciende del Ami 8 y corre hacia adelante para alejarse del auto tratando de salvaguardar a sus hijas”. Ponga atención, Dr. Toranzos, a las seis últimas palabras de la frase anterior.
-: Señor fiscal, como representante del poder del Estado encargado de impartir Justicia, usted no tiene derecho a ofender la conducta de un hombre (cobarde y salvajemente asesinado) insinuando que privilegió su vida a la de sus hijas. No le pedimos que cambie su opinión angelical para con los que ensangrentaron al país desde la subversión; mas, como mínimo, le exigimos que no agravie gratuitamente, desde la función pública, la memoria de un gran militar argentino, excelente esposo y mejor padre, como lo fuera en vida el Capitán Humberto Antonio Viola.




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