sábado, 20 de abril de 2013

El culo sucio...


Lázaro, levántate y lava…. Perdón, levántate y anda. El milagro nuestro de cada día.
Una puerta que se abre y una historia de corrupción nueva que todos sospechábamos pero que a nadie le importa demasiado, aunque mintamos que sí.


Y un gobierno cómplice, otro más, un gobierno que mira para otro lado. La patria contratista. Los amigos del poder que en poco tiempo se hacen millonarios a costa del Estado… toda la obra pública en manos de unos pocos que luego deben favores con sus millones. Es así ahora y ha sido así siempre. La perversa farsa de no reconocerlo es lo que cansa e indigna a la gente.
El empresario que lejos del poder y los poderosos la rema contra viento y marea. Contra las trabas, contra los precios que varían día a día. Contra los que cambian cada día las reglas de un juego perverso de poder y corrupción, ve cómo su empresario vecino se lleva los millones. Y también se cansa. Y desiste.
Es Lázaro Báez allá pero son otros acá y otros más allá. Es Lázaro Baez y es Cristóbal López hoy, pero antes han sido otros y más adelante serán nuevos. O los mismos.
La patria contratista es la que banca gran parte del mesianismo y las ambiciones de ciertos políticos devenidos en patrones de estancia. La obra pública y las empresas estatales son propicias para los retornos de los sobreprecios y los fondos sin control cayendo en saco roto.
¿Cuántas veces hemos visto abrir en un acto público los sobres de una licitación de una obra donde “el Estado también crece”, al mismo funcionario público que luego alquilará los camiones para el movimiento de suelos de esa obra?, por dar un ejemplo. Muchas.
Que nos hagamos los boludos es otra cosa.
Mi abuelita, que murió abrazada a la estampita de santa Evita, cuando éramos chicos nos sentaba a mí y a mis hermanos y nos entretenía jugando a las cartas. Cómo extraño esas noches lúdicas plagadas de risas! Jugábamos al culo sucio, el que pierde lo tiene que mostrar!! bromeaba mi abuela sin que nosotros adivináramos que era broma.
Mi abuela perdía adrede. Un poco para que nosotros no nos enojáramos y otro poco para gastarnos una broma. Cuando abuelita perdía decía… bueno, perdí y ahora lo tengo que mostrar. Y nosotros espantados, cuando ella se levantaba y se daba vuelta y amagaba con bajarse la pollera nos tapábamos la cara o nos metíamos debajo de la mesa. Después mi abuela decía… listo cumplí, y se carcajeaba. Claro que ella nunca se bajaba la pollera pero sabía que nosotros nunca nos habíamos enterado de eso.
Los culos sucios que nadie quiere ver. Alguien que amaga a mostrarlo y todos tapándonos los ojos. Que uno la pasa mejor haciéndose el que no se entera.
Yo, argentino. Triste lema nacional… y popular.
Desde la historia de la pista de Anillaco, ya nada nos sorprende a los argentinos sobre el peronismo y los peronistas que nos gobiernan desde siempre. Jorge Lanata, que para muchos fue héroe aquél día que, parado sobre la pista abandonada de Anillaco, corrió el velo de la fastuosa corrupción peronista de Menem, resulta ahora un verdugo para muchos, cuando el velo que se corre, descubre la punta del iceberg de la fastuosa corrupción peronista de los Kirchner.
La fastuosidad en el estilo de vida de la señora que nos gobierna es un editorial en sí miso con un título muy claro: ¡Qué me importa!
El descaro presidencial es directamente proporcional al yo… argentino!
De los autores del ahora vamos por todo, la nueva trilogía: Las 50 sombras de Cris. Las mil maneras distintas de empomarnos.
No voy a explicar esta comparación, pues media argentina está embobada con las historias sexuales de Grey. Es más, las mujeres mayores de 40 años han dejado de asistir por un tiempo a los bingos y a los casinos de Cristóbal López para embeberse de sexo chancho… vaya a saber con qué oscuras intenciones!
Si bien Richard Manzor, el locutor oficial del relato Coloradista en Gualeguay anuncia que no se entiende bien el sentido de la protesta social espontánea más masiva de la historia argentina, y mientras el intendente de Gualeguay dice que entre los que protestaron en su ciudad el pasado 18 de abril no vio “gente de los barrios ni gente de trabajo…” (sic), tal vez el relato kirchnerista diga, después de varios días de mudez que las protestas masivas contra el régimen que nos gobierna fue una protesta de diabéticos bien vestidos que ni siquiera pisaban el pasto de la plaza.
Digo, como la presidentA aludió hace un tiempo en Cadena Nacional que la diabetes era una enfermedad de gente rica… lo cierto es que Cristina sigue sin escuchar al pueblo. Lo peligroso es que el pueblo, cada vez más, ya no quiere escucharla.
Un pueblo partido en dos por la intolerancia.
El descontento cada vez es mayor, y la presidenta en su lugar preferido: bien lejos.
El descontento sube, y la apuesta del vamos por todo también. En el medio nosotros.
Ahora es la justicia. Y la gente se indigna y pierde el miedo por miedo a un futuro peor. Y sale a calle a protestar por otro avasallamiento más.
Y los jueces que no se prenden. Los jueces también son el Estado también responsables del descontento.
Un tipo le mete 8 tiros a otro… y el juez que lo manda a su casa a esperar el juicio. Las leyes son cómplices y los jueces partícipes necesarios de un descontento que pronto llegará hasta las nubes.
Pero no todo es color negro. Hay lugares más claros. Hay abrigos mejores. Hay soles que entibian. Hay voces de libertades que se abren paso a pesar de los pesares.
Este Semanario cumple 15 años. Y a decir verdad, no tengo idea de cuántos años hace que yo escribo esta columna y no tengo ganas de hurgar en el tiempo. Sí recuerdo que un día mis ganas de escribir con libertad cayeron en ésta página. Mis ganas de libertad venían corridas de otro lugar donde los compromisos políticos se anteponían a la libertad de expresión. Bonos Federales sí, críticas no!... era el lema. Entonces me fui.
Y aquí llegué entonces, un tanto desconfiado. “El que se quema con leche, ve una vaca y llora” decía mi abuelita.


El Semanario El Día de Gualeguay cumple 15 años de vida. Yo nunca dejaré de agradecer al Señor Gustavo Carbone, que hoy ya no está pero que nunca se fue, quien, a pesar de sus serias diferencias con mi pensamiento, jamás me tachó una coma en más de diez años de columna. También a Jorge Barroetaveña que se comportó de la misma manera.
El Día de Gualeguay es un gran Semanario, y no porque escriba yo, claro, más bien es un gran Semanario a pesar de eso. Es un gran Semanario gracias a que en él se pueden leer sin censura todas las opiniones... un extraño pequeño lujo que podemos darnos los gualeyos...
En éste domingo, mi especial recuerdo a dos personas: Don Binóculo y don Ricardo Altinier… que desinteresadamente, escribieron en libertad hasta la muerte.

Horacio R. Palma
El Día de Gualeguay
Gualeguay
Entre Rios

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente Horacio.

Carlos

Maria Elena dijo...

MUY BUENO HORACIO !!!GRACIAS POR SER NUESTRA VOZ Y TAN BIEN ESCRITA !!!!