El garantismo en su laberinto

La trampa ideológica ha enredado al gobierno en una red intrincada de contradicciones. Un modelo que milita en el garantismo peligroso de creer que la pena no tienen sentido. Que los delincuentes deben tener más derechos que los ciudadanos honestos.

Un garantismo que cree religiosamente que la pena a reclusión perpetua nuca es perpetua sino que dura como mucho diez años. Y jueces y funcionarios y dirigentes… y nosotros.

El gobierno tiene hecho carne el razonamiento Zaffaroni, que es el razonamiento mayoritario en el poder judicial. El razonamiento ultra garantista descree de las bondades de la pena para con los delincuentes.

Claro que hay detrás un doble discurso tragicómico. Si cualquier “hijo de vecino”, como decía mi abuelita que murió creyendo que Evita era lo mejor que le había pasado al país (y eso que mi abuelita no conoció a Nilda Garré), digo que si cualquier hijo de vecino compra dólares en el mercado “oficial”, debe llenar un cuestionario a modo de declaración jurada dando una veintena de explicaciones de por qué uno anda mudando su dinero nacional y popular a la “asquerosa” moneda cipaya de los “pitiyankees”. Y obviamente este tipo de gestiones nunca abarcan a los millones malgastados de Hebe de Bonafini, ni los millones de dólares gastados por su ex hijo putativo Sergio Schocklender… ni siquiera abarcan estos controles a las bolsas con dólares que alguna ex Ministro escondía en el armario del Ministerio de Economía ni a los dólares de los sindicalistas demorados en la aduana partiendo rumbo a Uruguay. Mucho menos a las valijas con dinero venezolano que llegaron en el avión con un tal Uberti.

El gobierno cree intensamente en este modelo. Está convencido que la gente necesita recibir y recibir sin dar nada a cambio. Cree ciegamente en que el Estado deber repartir sin mirar a quién. Por eso subsidia por igual a grandes empresarios y a grandes corporaciones con el mismo empeño con que subsidia a los más pobres, a los que este modelo los hace cada día más pobres.

En Capital Federal y el conurbano bonaerense el boleto de tren cuesta un peso, un precio ridículo aunque el servicio sea impresentable. Semejante precio de boleto no alcanza ni siquiera para limpiar las vías de papeles. Subsidios millonarios que, como pagamos todos no le importan a nadie. Nos enteramos que en Aerolíneas Argentinas se han esfumado 1.900 millones de pesos desde que la maneja la corporación nacional y popular sin que siquiera peguemos un golpe sobre la mesa. Si lo pagamos entre todos suponemos que no lo paga nadie. Sonrío. Que siempre hemos sido así de mansos por estos lares… mientras nuestra quintita está al resguardo, los demás que se caguen.

Alguien alguna vez me dijo que a los pueblos no les molestan las cosas que ellos mismos hacen, aunque juren no hacerlas. Es decir, si la sociedad en general convive tolerante con un cierto nivel de corrupción, nunca verá como algo incómodo que sus dirigentes se muevan dentro de esos mismos niveles de corrupción.

Tal vez esto explique el porqué la sociedad argentina no se inmuta ante la escandalosa corrupción del gobierno kirchnerista… la explicación se resume en una frase muy en boga durante el gobierno justicialista de Carlos Menem: “roban pero hacen”. Ahora la frase se podría aggiornar en un “roban pero reparten”… o algo así.

Esto se reflejó patente en las últimas elecciones donde hasta el voto del campo se volcó masivamente hacia el mismo gobierno y el mismo modelo al que hace casi dos años decía odiar. Los funcionarios kircheristas, que serán muchas cosas menos tontos, saben que a la mayoría de los argentinos se los compra con el bolsillo… como esos señores que compran favores de mujeres. Así en poco tiempo el gobierno consiguió que los productores agropecuarios prefirieran este modelo que al menos les deja la mitad de la fortuna que están haciendo gracias a los valores actuales de la soja y de la hacienda. Lo malo conocido antes que lo bueno por conocer, decía mi abuelita. Creer o reventar. Muy pocas veces “el campo” ha ganado tanto con tan poco esfuerzo como ahora. Así que después de un pataleo sobreactuado en el que pretendieron hacernos creer que luchar por sus intereses era luchar por la Patria, la republiqueta de la soja se llamó a silencio, se vistió de invisible y eligió la opción de ponerse a disfrutar sus ganancias inmensas con bajo perfil.

Es lógico… es más que lógico. Los pueblos no tienen los gobiernos que se merecen. Eso es una mentira con la que algunos desechan culpas y responsabilidades demasiado rápidamente. Los pueblos tenemos los gobiernos que se nos parecen.

“Acá la gente salta cuando le tocan el bolsillo”… sí, es verdad en cierto modo, pero los políticos saben bien que un problema que se arregla con el bolsillo no en un problema serio.

Los ánimos caldeados serios son los ánimos caldeados por temas menos superficiales, como la muerte. Esos sí son problemas de temer por los que mandan. Por eso cuando comenzó el tema Candela Rodríguez a tomar trascendencia, todo el gobierno y todos los medios oficialistas y los periodistas adictos al régimen kirchnerista se volcaron a embanderarse tras Candela a tiempo completo. Cristina recibió a la madre de Candela en Casa de Gobierno y Scioli se mudó a Hurlingham junto con la policía, y el Servicio Penitenciario puso servicio Vip al papá presidiario de Candela. Las broncas por la inseguridad es un tema al que los gobiernos temen. Y mucho. Y este gobierno, tan afecto a ese cóctel peligroso de derechos humanos solo para delincuentes y garantismo desmedido hasta para con los asesinos más temidos, no puede darse el lujo de que la sociedad se asuste y pierda la paciencia. Mientras Candela era una bandera que convenía, el Estado y toda su parafernalia kircherista estuvo en primera fila. Cuando Candela apareció asesinada tirada en un descampado adentro de una bolsa en el mismo barrio donde la buscaba medio país… ahí gobierno, funcionarios, medios y periodistas, es decir, toda la “corporación nacional y popular” se llamó a silencio. Y mientras aparecía el cadáver de Candela, la “Televisión Pública” transmitía el partido de la selección de básquet. No nos engañemos, para esto de manipular la información también necesita el régimen su ley de medios.

Cuando la sociedad comienza a percibir que es su vida o la de los suyos la que está en peligro y no su bolsillo, cambian los ánimos sociales con tal furia que los regímenes caen en poco tiempo. Y caen por las buenas, por las malas… o por las peores.

Y los humores de la sociedad cambian más rápido de lo que uno cree cuando “el hijo del vecino” siente que en cualquier momento le pueden matar un hijo por nada.

Este gobierno lo sabe perfectamente. Por eso gasta fortunas de todos nosotros para contener con plata el humor social. Pero ahora, los beneficiados por esta doctrina están matando a nuestros hijos. Eluden las cárceles y zafan las condenas y salen a matar. Matar a un niño es un crimen aberrante. Solo las bandas de narcos, los asesinos indescriptibles y los miembros de los grupos terroristas ERP y Montoneros en los 70, se animaron a matar chicos en este país. Ni siquiera los militares con todo el poder en sus manos mataron niños.

Hoy, los terroristas de ayer están en el poder. Están con su presencia y están con su militancia y están con sus creencias y están con sus prontuarios y están con su ideología.

Del otro lado está el pueblo manso. Manso… hasta que un día se sienta acorralado, y diga basta.