jueves, 2 de abril de 2009

Soy feliz... y qué!!

YO, POR MÍ

Materialmente tengo poco. Casi nada. Como si viviera de prestado ¿vio?

El tema es que nunca precisé mucho, ni cuando tenía mucho. Porque cuando tuve mucho, di mucho. Y ojo, no reprocho ni me reprocho nada. Estoy en paz con eso.
Soy poco inteligente, “medio gil”, como dice alguien por ahí. De todos modos, me niego a desconfiar de la gente, a pesar de lo tantos que me han tomado el pelo, o de los que me han utilizado descaradamente, o de los que se han aprovechado, o se aprovechan, de mi docilidad. Tengo la suerte de no haber perdido el buen humor, a pesar de los años y de las patadas arteras que la vida me pegó en tobillos. Me rio de cosas banales, y me rio mucho de mí.
Tengo un trabajo honesto por el que me pagan bastante más de lo que merezco. Aún así, vivo casi de prestado, con la suerte (inmerecida) de que nunca me lo hicieron sentir.
Soy un heterosexual militante. Y he tenido la dicha de estar enamorado desde los 15 años. Ellas lo supieron, y a mí me basta eso.
Tengo una amante distinta cada semana, que desde hace casi 20 años, siempre ha tenido el mismo nombre y el mismo apellido. Estoy convencido de que todos somos distintos cada día. Si ni yo soy el mismo de ayer, ¡cómo pretender que lo sea ella! Y si alguien sabe de otra amante que yo tenga por allí, me avisa (pero al oído).
Tengo este hermoso cable a tierra: Escribir apasionadamente cada día de mi vida. Quito con gusto horas y horas a mi sueño, para hacer lo que más me gusta. Escribir. Y ahora caigo en la cuenta, es en lo único en que he sido constante en mi vida. Escribir, escribir y escribir. Escribir en el ojo de las tormentas. Escribir en medio de las primaveras mejores. Escribir para otros. Y escribir para mí. Escribir a pesar de los otros. Y escribir a pesar mío.

Y fue escribiendo, como descubrí que tenía algunas cosas pendientes. Es que cuando escribo, suelo embarcarme sin quererlo, en cuestionamientos e indagaciones personales. Yo escribo y me pregunto cosas. Y esas cosas comienzan a rondarme la cabeza. Lo bueno del caso, es que gracias a la escritura he podido saldar muchas de esas cuentas pendientes que en la vida me habían quedado en el tintero. Sí, confieso que tenía algunas cosillas pendientes con viejas historias de mi vida. Y por suerte, he podido saldarlas gracias a este empeño mío por escribir. También estoy en paz con eso.
No me apegué nunca a las cosas materiales. Y muchos menos, al snobismo sonso de pretender chucherías de la moda, que mienten prestarnos prestigio si adulamos su logo. No necesito eso. Y tengo la suerte de no andar por la vida cargando la fea mochila infame de la envidia, por ejemplo, ni de la codicia.
¿Ambiciones?, desde que a los veintipico caí en la cuenta de que ya no sería astronauta, dejé de lado esas ambiciones desmedidas que me quitaban en vano el sueño. Supongo que encontrar al amor de mi vida, tuvo mucho que ver con eso.
Vivo bien con lo que tengo, pero podría vivir mansamente sin tener nada.
Tengo la suerte de haber podido ver crecer a mis hijos. De poder desayunar con ellos cada mañana, de acompañarlos a la escuela cada día. Alzados, de la mano, o caminando juntos mientras hablamos de los pájaros, de los árboles, de las mañanas oscuras de invierno, de las hojas doradas del otoño que crujen bajo nuestros pasos, o de la brisa suave y tibia de la primavera que nos recibe en la puerta con su caricia. Tengo la suerte de haberlos podido acompañar a la plaza, prepararles la comida, compartir la lectura por las noches, o quedarme dormido junto a ellos, abrazados, en una cama repleta de “porqués”.

Los hijos son los hijos, lo sé bien, y no hay manuales que nos enseñen a ser papás. De todos modos, tengo la tranquilidad de haber educado con el ejemplo más que con la palabra. Me han visto, más de lo que me han oído. Y eso, estoy seguro, les servirá más que mil palabras cuando llegue el momento, crucial, en que deban decidir en soledad. Ya sé que se equivocarán, que meterán mil veces la pata…es inevitable.

Y estoy hablando de mis hijos, y caigo en la cuenta que muchas de las cosas que soñaba yo en aquella patria lejana de mi niñez, se han vuelto hoy recuerdos. Algunos risueños, y “algotros” (como decía Gerva, mi segundo hijo) absurdos.
Tengo un auto desvencijado que me lleva, despacio, hacia lejanos rincones.

Tengo los sueños intactos…con ellos viajo, gratis, a rincones mejores.
Estas pocas cosas me alcanzan para ser feliz y vivir en paz.

Y en ciertas tardes profundas de domingo, donde asoma su nariz la melancolía… tengo la sensación que, hasta estas pocas cosas, me sobran.

3 comentarios:

GARABATO ARGENTINO dijo...

Había decidido no leer más a nadie, quizá porque el saco roto ya estaba demasiado roto como para seguir insistiendo en nada y con nadie… pero ya ves, estoy acá leyéndote. Había preparado otro garabato para subirme y escapar y sin pensar, lo llamé garabato argentino y sin querer, lo entrelacé a mis blogsenlaza2… Por más que me lo proponga no puedo alejarme de mi. Yo también soy felíz… y qué!!

Soy feliz por lo mismo que tú dices, con algo menos que tú en algunas cosas y con más rienda suelta en algunas otras; lo normal, diría, por el sólo hecho de estar en otra historia con circunstancias diferentes y por tener una actitud casi idéntica frente a la vida. Así que, me animo a decir que somos iguales en esencia, pero tan igual de diferentes.

Y saberte feliz me alienta a sentirme más feliz todavía, porque necesito que sigas escribiendo y transmitiendo lo que eres y lo que sabes. Siempre.

Ha sido un placer leerte. Posiblemente te robe esta gran verdad y la comparta con todo aquel que quiera imitarte y compartirse en el atemporal espacio de Internet.

Saludos cordiales,

Analía Alvado

Horacio Ricardo Palma dijo...

Analía, gracias por tus palabras.
Hay que seguir... seguir a pesar de los pesares!!!.
Atte.
Horacio

Claudio Carraud dijo...

A buen entendedor, pocas palabras: Muy bueno.
CC