Manchalá,
¿por qué ningunear a los “colimbas”?
La ilusión, la
ingenuidad o simplemente la cobarde resignación- defectos de carácter que
acompañan a los argentinos desde hace años- es lo que nos hace aceptar cosas
que merecerían estar en una antología del realismo mágico. Creer o tratar de
hacer creer que una guerra de cuarta generación puede ser llevada adelante bajo
las normas de una convención escrita por primera vez en 1864 y que tiene el
dudoso honor de ser el acuerdo diplomático más violado por sus propios
firmantes, raya en la ignorancia o en una mala leche fenomenal.
Quienes hoy niegan la
realidad de una guerra civil en los setenta y escriben libelos políticamente
correctos olvidan que la subversión latinoamericana obraba en conjunto
supervisada por Cuba, que había organizado la Junta Coordinadora Revolucionaria
integrada por el ERP, el MIR (Chile), Tupamaros (Uruguay) y el ELN (Bolivia) y era la parte caliente de una guerra fría
entre dos potencias que preferían las matanzas periféricas a la alteración de
un status quo que había costado más de sesenta millones de muertos. Y, aunque
peones de algo que no traía para nosotros ninguna ventaja, el juego se dio de
manera tal que, de lograr la subversión un triunfo, ponía al país en la
disyuntiva perversa de ser sin solución de continuidad un estado lacayuno al
estilo Cuba, para que, una vez sucedido esto, el juego de las “matanzas
periféricas” nos condenaría a ser
invadidos, más temprano que tarde, por un país que había solucionado sus
problemas subversivos y que tenía- tiene- necesidad de litio, petróleo, uranio,
trigo, rápida salida al Pacífico, ríos navegables y presencia en el Atlántico Sur
y en la Antártida.
Una vez dicho esto,
podríamos fijar nuestra vista en algunos de esos impresos o reportajes que,
luego del visto bueno de la “intelectualidad” de izquierda sirven para
conseguir alguna canonjía universitaria o algún tipo de beca paisajística. En
este caso cabe referirse a las declaraciones hechas a El Tribuno por Santiago
Garaño, donde el fin último de las mismas es denostar- a partir de medias verdades,
ligeras suposiciones y severos desconocimientos- primero al combate de
Manchalá, luego a la campaña emprendida por un grupo de salteños para
reivindicar este enfrentamiento y terminar, fin ideológicamente obligado,
menguando la actitud de los que combatieron ese día.
En el reportaje, Garaño
se pregunta por qué los militares pusieron “tanta
energía y recursos allá [Tucumán]” y sigue inquiriendo: “¿Por qué ese espacio periférico se
construyó como un espacio central en lucha contra la guerrilla.?”. Definir
periférico al monte tucumano como teatro de operaciones de la guerrilla rural-
el sueño del “Che”- roza la ignorancia sobre el concepto de foquismo, sobre la
necesidad de crear una “zona liberada” que sería reconocida por gobiernos
afines y que, si tenía éxito la guerrilla rural, se podía extender a Chaco y
Formosa.
Cabría preguntarle
entonces a Garaño si la decisión tomada por el ERP en 1971 de concentrar
elementos en la zona de Famaillá y Monteros era una estupidez manifiesta o era
parte del programa de guerra popular revolucionaria diseñado por el PRT en su
5° congreso en 1970.
Sería conducente que
Garaño nos explicara por qué, si era un teatro de operaciones periférico, tres
cuartas partes de la compañía “Combate de San Lorenzo” (Regional Rosario) y dos
pelotones de la compañía “José Luis Castrogiovanni” fueron trasladados a
Tucumán a mediados de 1974, sin considerar los combatientes enviados para
reforzar la compañía de monte en 1975.
También sería
interesante que nos contara por qué causa, el 65% de las armas y municiones obtenidas
en el copamiento del Batallón de Comunicaciones 141 de Córdoba en 1973 (lanzagranadas, una Mag pesada, 120 FAL,
pistolas, pistolas ametralladoras y municiones, botín que totalizaba dos
toneladas) fueron enviadas a la zona de Tucumán.
El desconocimiento de
Garaño sobre la importancia que tenía para el ERP el monte tucumano como zona
de operaciones queda demostrado cuando dice: “Construyen a un enemigo peligroso cuando en realidad no había más de
100 guerrilleros, pero que se consideró como que habían miles.”. Antes que
nada, cabe aclarar que en el monte, a principios de 1975 había no menos de 300
guerrilleros entrenados y armados y no cien como él dice, es decir que la
compañía ya era un batallón (tres compañías), o si le gusta porque queda mejor,
una compañía reforzada. Que a esa altura de los acontecimientos los efectivos
subversivos no eran 100 queda demostrado en una publicación editada en París
donde el ERP se jacta de haber “aferrado” a una brigada del Ejército de más de
4.000 hombres con solo trescientos combatientes (1).
Por otra parte, si
Garaño tuviera un conocimiento menos superficial de la guerra de guerrillas o
hubiera leído con cierta profundidad a Mao o a Giap, sabría que una guerrilla,
para ser eficiente, debe tener entre 6 y 8 individuos dedicados a hacer
inteligencia, logística, sanidad y al traslado y/o rotación de efectivos por
cada combatiente. Teniendo en cuenta las dificultades que un monte como el
tucumano creaba, sobre todo, en el abastecimiento de comida y municiones, la
relación de 6 a 1 sería la correcta, por lo que en Tucumán había en 1975 no
menos de 1.800 individuos del ERP (2).
Por supuesto que Garaño olvida además en su sumatoria de combatientes a la
unidad básica de combate y logística (UBCL) que Montoneros había puesto a
disposición del ERP como apoyo y que sería la base de la Unidad de Monte que
tenía previsto su teatro de operaciones en Burruyacu y en la sierra de Medina (3); unidad de efímera vida debido a que patrullas
del Ejército mataron a uno de sus líderes, Juan Carlos Alzogaray.
En su entusiasmo militante,
Garaño asegura que los jefes militares, “…
movilizaban a miles de soldados de todo el país.”, esto simplemente ni como
falacia tiene entidad, la unidad “aferrada” según el ERP por trescientos guerrilleros (1)
fue solamente la Va Brigada, que nunca entró al monte como unidad de batalla
sino que las unidades integrantes de la Brigada enviaban en patrulla al monte
Equipos de Combate. Dos o más equipos de combate podían constituir una Fuerza
de tareas, pero nunca, la Va. Brigada entró al monte como unidad de combate en
la Operación Independencia.(3)
Llegado a este punto,
Garaño ratifica, a pesar de su ignorancia demostrada en este tema: “…Sí hubo enfrentamientos o escaramuzas
pequeñas, pero que no significan una guerra...”. Nuevamente, el
desconocimiento absoluto de la guerra de guerrillas apuntala la inconsistencia
de su demostración, porque, ¿cuantos años de pequeñas escaramuzas tuvo el
vietminh antes de llegar a Dien Bien Phu?, ¿Cuántos años de pequeños
enfrentamientos tuvo el vietcong antes de llegar a la ofensiva del Thet?.
Finalmente, para
demostrar que su objetivo ni siquiera era condenar la Operación Independencia
sino el combate de Manchalá en sí, pontifica: “…y ahora explico la utilización de Manchalá. Y es que utilizaron a los
caídos como figuras paradigmáticas que exhibían constantemente.”. Como en
Manchalá no cayó nadie, al menos del Ejército Argentino, aunque sí hubo heridos
en la unidad que estaba trabajando en Manchalá, esta explicación no explica
nada, y solo tiene como objetivo empequeñecer el coraje y la entrega de quienes
combatieron en Manchalá.
Esta actitud- menguar la importancia de
Manchalá- tiene como inicial interpretación que, en realidad, Manchalá no fue,
por sus consecuencias, un simple enfrentamiento, mal que les pese a los
“constructores de historia”, ya que la importancia de una acción no está dada
por el número de combatientes ni el peso de las armas sino por las
consecuencias que esta acción tiene o hubiera tenido. Si el combate de Manchalá
no hubiera ocurrido, si los soldados salteños y sus suboficiales no hubieran
estado allí, es probable que la columna reforzada de la compañía de monte hubiera
atacado el comando de la Va. Brigada. Más allá de la cantidad de oficiales,
suboficiales y funcionarios provinciales o municipales que podrían haber sido
ejecutados en Famaillá, el mero hecho de atacar el corazón de las tropas
nacionales hubiera sido el Cao Bang de Tucumán, un éxito con una gran
repercusión internacional.
Desde que el odio y el
resentimiento le bajaron el pulgar al monumento a los “bravos de Manchalá” será
para ellos- hijos del pueblo que cometieron el pecado de, por cumplir con las
leyes de la Nación, combatir a la subversión- la descalificación sistemática de
“intelectuales” resentidos, que cada vez que se preguntan: ¿Quiénes son los
combatientes de Manchalá?, reciben una respuesta dolorosa ya que su cerrazón
mental no les permite entender por qué ellos, por su origen y por la edad que
tenían en el momento del combate, estaban combatiendo a la “juventud
maravillosa”
JOSE
LUIS MILIA
josemilia_686@hotmail.com
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