Un día soñé que podía cambiar el mundo
escribiendo. Y me aventuré a desnudarme ante el despampanante público de una
hoja en blanco. Escribí, pero el mundo siguió tal cual, y allí donde intenté la
libertad de desnudarme con palabras, me corrieron a patadas en el culo. Una vez, dos, y tres. Y
basta.
El mundo no cambió nada… pero yo sí. Y
mucho. Me conocí más en profundo… y conocí a los otros más allá de lo profundo.
“Entonces el mundo sí cambió”, dijo mi
mamá y me dio un beso y me regaló una ilusión.
Un mundo se me cerró…pero otro mundo
mejor se abrió de par en par.
Ni lamento ni lloro ni me amargo…
aprendo y sonrío. Siempre sonrío.
Hace mucho…aunque tal vez no tanto, vi
una peli que me estremeció. El protagonista busca desesperadamente vengar al
asesino de su amigo. Busca y busca al hijo de puta que apuñaló a su amigo… y lo
encuentra… y lo sigue… y lo alcanza una noche oscura bajo un puente sórdido,
tan sórdido como el pensamiento de un escritor frustrado en una noche solitaria
de sueños. Saca el revólver que es su dogma, lo apunta a la nuca del asesino de
su amigo que es su razón de no ser, aprieta los labios… pero lo piensa un mundo
y le perdona la vida. No dispara. Guarda el arma… mientras el asesino de su
amigo sigue su camino sin enterarse siquiera que alguien decidió esa noche no
pagarle su destino con la misma moneda de muerte.
A veces el mundo es mundo… no, a veces
no: siempre el mundo es mundo. Y es cruel. Y no se deja cambiar por un escritor
esmerado en desnudar su frustración. Y se encoje de hombros si aquél asesino al
que le perdonaron la vida una noche oscura bajo un puente sórdido y solitario
de sueños, al final de la historia apuñala por la espalda al que no quiso
pagarle con más muerte a la muerte. Sí, así terminaba aquella película que
recordé hoy.
Lo sé, Judas nunca murió. Y las monedas
de plata siempre pagaron con creces en este mundo traición. Que no cambiará. Que
seguirá igual.
Pero vos no.
Y yo tampoco.
Entonces… el mundo sí habrá cambiado, como
dijo mamá. Sonrío. Es que las madres siempre dicen la verdad. Hasta cuando
mienten.
Que tengan la mejor de las vidas en el
mejor de los mundos…
Horacio R. Palma
Escribidor contumaz…
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