El zorro pierde el pelo.. pero no las mañas
Las agencias de noticias anuncian para esta semana a Código Negro, la nueva colección de la editorial Punto de Encuentro, dedicada a la novela policial.
Nos dicen que será presentada este jueves en el café El Gato Negro por
los autores Rubén Tizziani, Raúl Argemí, Miguel Molfino, Kike Ferrari y Juan
Sasturain.
La
colección, dirigida por Rolo Diez (México) y Roberto Bardini (Argentina),
publicará obras de escritores de América Latina y España y, además, editará
cuentos, ensayos, artículos y entrevistas que tengan vinculación con el género.
Los
cuatro primeros títulos que ofrecerá la colección son "El Gordo, el
Francés y el Ratón Pérez", de Raúl Argemí; "Que en vez de infierno
encuentres gloria", de Lorenzo Lunar; "Noches sin lunas ni
soles", de Rubén Tizziani, y "Chau, papá", de Juan Damonte.
La
presentación de Código Negro se llevará a cabo el próximo jueves, a las 19, en
el café El Gato Negro, ubicado en Avenida Corrientes 1669.
Tal vez a pocos le suene el nombre de Raúl Argemí... yo te presento al asesino que vive en España y que este jueves presentará su libro
Raúl Argemí
Mírelo fijo a los ojos.
Nació en La Plata a mediados de los 40,
y ahora vive en Cataluña. Emigró después de cobrar una buena indemnización del
estado. Ha ganado en España y Alemania varios premios con sus novelas negras en
las que una y otra vez "rememora su odisea en los campos de exterminio de
la dictadura argentina", y en las que describe con extraordinaria
realidad, oscuros asesinos de sangre fría.
Los críticos literarios suelen decir de
él: "se nota que la ha vivido". Y tienen razón.Pero hay cosas de él
que los críticos gustan esconder con eufemismos, como si la sinceridad cruel de
la verdad completa les apretara la conciencia profunda, esa que nos grita desde
bien adentro lo que está mal, aunque intentemos ahogar su grito.
Esto dice sobre él una crónica española
reciente: "Con poco más de veinte años, siendo todavía un joven
estudiante, actor y autor dramático, Argemí inició su lucha contra la dictadura
argentina, lo que le llevó a la cárcel en 1974. Estuvo preso diez años, dos de
los cuáles los pasó en los pabellones de la muerte. Vinculado desde muy joven
al mundo del teatro, al recuperar la libertad entró de lleno en el mundo de la
prensa y la cultura. Rotas las esperanzas y ante la perspectiva de un país a la
deriva y sin futuro, en 1999 se vino con su hija a España. Y dice Si hay que
volver y morir, se vuelve. La muerte no importa. Pero que sirva para algo. Me
fui de Argentina porque me estaba poniendo violento".
¿No es conmovedor? Un idealista
talentoso, miembro de una generación romántica que quiso cambiar la argentina
combatiendo a la dictadura…¡casi un cuento de hadas! Pero yo le voy a contar lo
que nunca le contarán sobre él, y desenmascarar así su mentira.
A las dos y media de la tarde de un 28
de abril de 1.974, Argemí venía en moto con Marino Amador Fernández por las
calles frenéticas del centro de Buenos Aires. Desandaban la calle Viamonte esquivando
gente y autos. En la esquina de Montevideo casi chocan contra el auto de un
juez, que les tomó la patente. Tal vez iban distraídos pensando en los datos
que les había cantado, bajo tortura, el Dr. Carlos Alberto Bianco, al que
tenían secuestrado desde hacía varios días. La moto hizo una maniobra extraña y
frenó justo en el 1.506 de Viamonte. Desde calle Paraná venía cruzando,
puntual, Jorge Vicente Quiroga. Él también iba aquella tarde al 1.506 de
Viamonte. Iba a visitar a su amigo Rébori. Marino Amador Fernández y Raúl
Argemí lo sabían perfectamente. Lo dejaron pasar, y entonces Argemí o
Fernández, o los dos, se bajaron de la moto, sacaron sus metralletas Halcón
como por arte de magia, y le metieron 14 balazos a quemarropa…con esos balazos
el ERP intentaba vengar a sus camaradas enjuiciados por Quiroga.
Si bien
Cámpora los había indultado a todos, ya se sabe cómo es de venenosa la venganza
en la sangre resentida de los hijos de puta.Quiroga cayó en agonía, ellos
subieron a la moto y salieron a toda velocidad mientras la gente huía
despavorida. Quiroga agoniza y se desangra en la vereda, y agonizará dos horas
más en el hospital Rawson antes de convertirse en mártir de la justicia
argentina. El testigo del auto frena, y le pasa a la policía la patente de la
moto…y con ese dato, la policía de Perón llegó en pocas semanas hasta la calle
Fragata Sarmiento 1071 en Ramos Mejía. Allí encontraron un rastrojero robado
preparado con una bomba de 3 kilos de trotyl, un indicador eléctrico mecánico
de activación, una ametralladora Halcón cargada, una falsificadora de
credenciales, papeles del ERP, miles de proyectiles y un cuaderno con los datos
de un funcionario judicial secuestrado: el Dr. Bianco. Conclusión: Argemí,
Violeta Ana Moratto y Fernández, fueron acusados por el homicidio del ex juez
Quiroga, por tenencia de armas de guerra y de explosivos, acopio de municiones,
asociación ilícita calificada y uso de documentos falsos en concurso real. Y se
les sumó luego la sentencia por el homicidio de Quijada, total: 25 años. Pero
por distintas amnistías y reducciones de penas, salieron todos el 15 de agosto
de 1.984. La causa pasó por varios juzgados y durante los diez años que
estuvieron detenidos cumpliendo la sentencia, fueron defendidos por el Dr.
Broquen. Todas las garantías. Todas ¡Vaya campo de exterminio más extraño!
Pero ya que en esta historia se nombró
al contralmirante Hermes Quijada, diré que el 30 de abril de 1973, en pleno
centro de Buenos Aires, un guerrillero del ERP, Víctor Fernández Palmeiro,
español de 24 años, lo asesinó fríamente. Las semejanzas entre los dos
asesinatos son notables. La revista "Liberación por la Patria
Socialista" en su Nro. 19, de 1974, órgano de prensa del ERP-PRT, narró
así el asesinato de Hermes Quijada:"TRELEW: LA IDEA FIJA. Lunes 30 de
abril de 1973. A las 9 hs. el chofer está con el auto listo. A las 9,10 hs.,
Quijada sube y salen. En Junín doblan a la izquierda en dirección a Santa Fe,
pero esta vez la moto ha recibido la señal correcta y ya está arriba de ella
los que vengarán a los muertos de Trelew. Con el Gallego habíamos decidido que
el momento de inicio de la operación lo determinaría que se detuviera el coche
de Quijada, que quedara en posición como para que nos metiéramos por el costado
derecho y que tuviéramos espacio para seguir después con la moto. Apenas
pasamos Santa Fe por Junín, nos pusimos cerca. En Córdoba los semáforos lo
pararon, pero el Dodge quedó en el medio de otros dos coches. Esperamos. En
Corrientes pasamos con luz verde y había dos motos de la policía detenidas. En
Sarmiento lo agarró el semáforo. Acá, dijo el Gallego. 9,15 hs., la moto se
acerca por detrás al Dodge blanco que está detenido sobre Junín a 15 metros de
la esquina, disminuye su velocidad y el Gallego salta empuñando una
ametralladora. La moto pasa por el costado derecho del coche y frena unos
metros más adelante. Y ya está el Gallego al lado de la ventanilla derecha.
Quijada: una fracción de segundo para ver al joven alto, morocho, de anteojos,
con una campera azul que le apunta con una ametralladora y una fracción de
segundo para pensar que debería tomar la ametralladora que lleva sobre sus
rodillas con las mismas manos con que empuñó aquel puntero que le sirvió para
explicar lo de Trelew. Una fracción tan pequeña que la orden no llega a los
músculos que deberían ejecutarla porque el fogonazo en el caño de la Halcón le
dice que ya comenzaron a entrar en su pecho los primeros balazos y ya empezó a
morirse. El chofer: abrir la puerta de su lado y con la otra mano agarrar la
pistola que lleva bajo la pierna y disparar un tiro hacia el joven que ataca
mientras su cuerpo ya se va tirando hacia la calle. Gallego: asegurar a
Quijada. Y las ráfagas que en vez de <> a lo largo del asiento delantero
para poner fuera de combate a los dos, se incrusta en un solo destinatario.
Sólo tengo un pantallaza porque todo fue
muy rápido. Detuve la moto. Al largarse el Gallego nos desviamos hacia el
costado y la palanca de cambio pegó contra el coche, y se torció. Quise
enderezarla y se partió. La moto quedó en segunda y ya no podía hacer cambios
de velocidad. Me di vuelta y vi al Gallego haciendo fuego; a la puerta del lado
izquierdo del coche que se abría; una mujer que se fue sobre un kiosco de
revistas y tiró abajo varios estantes; un Fiat 1500 que salió violentamente
haciendo chirriar sus gomas contra el pavimento…La puerta derecha que también
se abría y el Gallego recamarando la ametralladora. Después ya venía hacia la
moto. La segunda ráfaga que alcanza al chofer en la mano con la que tiene la
pistola y las otras que buscan al contralmirante en la cabeza y en el pecho. El
peso de su cuerpo cayendo sobre la puerta y abriéndola y la Halcón que se traba
después de ocho tiros. Y el Gallego que dirán los testigos que sonríe, pero es
que recibió un tiro del chofer y lo acusa con un rictus de dolor.
Quijada ya está muerto; unos pasos hacia
la moto que espera en marcha.
Cuando el Gallego se subió no sentí más
tiros, aunque los diarios dijeron que un policía que pasaba por allí nos
disparó. Entre el ruido de la moto y el del tránsito escuché que el Gallego
decía <>. Y me puse contento porque pensé que en ese lugar le había
puesto todas las balas a Quijada. Cuando tomamos Pueyrredón noté que venía mal
agarrado. Le grite que se afirmara mejor, y allí me dijo que tenía un balazo en
el estómago. Entonces cruzó los brazos por encima de mis hombros y se reclinó
sobre mí.
Llegamos hasta Pueyrredón y Libertador; había un embotellamiento del tránsito y la moto se paró. No podía ponerla en marcha de nuevo porque la palanca de cambios estaba rota, así que la dejamos en una plazoleta y ayudé al Gallego a caminar hasta el auto que esperaba en la playa de la Facultad de Derecho.
Llegamos hasta Pueyrredón y Libertador; había un embotellamiento del tránsito y la moto se paró. No podía ponerla en marcha de nuevo porque la palanca de cambios estaba rota, así que la dejamos en una plazoleta y ayudé al Gallego a caminar hasta el auto que esperaba en la playa de la Facultad de Derecho.
El Gallego Palmeiro recibió en la acción
donde ajustició a Quijada, un balazo en el estómago sin orificio de salida.
Conducido a una casa, murió cuando se lo iba a trasladar para intervenirlo
quirúrgicamente. Su primera pregunta al llegar a la casa había sido: ¿Lo maté?
Y cuando los compañeros que ya lo sabían por la radio le informaron que sí,
dijo: ¡Los vengué!
Los diarios de la época informaron
profusamente de la muerte de Quijada. Lo que no dijeron, es que a partir de ese
30 de abril, el Gallego Víctor José Fernández Palmeiro, junto a los dieciséis
mártires de Trelew, empezaba a vivir en el corazón de su pueblo."
Leyendo la crónica del ERP, vemos que un
asesino frío y calculador estaba haciendo sus primeras letras en la novela
negra policial…y yo sospecho quien.
Mírelo fijo a los ojos, porque esta semana puede cruzarlo en las calles de Buenos Aires. Sabemos que es un asesino de buena pluma.
Y
tenemos la obligación de decirle que nosotros tampoco olvidamos.
Horacio Ricardo Palma
Nota: Agradezco al Dr. Rafael Sarmiento,
ex juez que enjuiciara a Argemí y autor de "El revés de la toga", de
donde he sacado los datos de la causa.
1 comentario:
ARGENTINA Q´ PAIS GENEROSO.....AY POBRE PATRIA MIA !!!!
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