"Comenzaron los fastos del adiós. La despedida
y sus ceremonias. El inventario. La devolución de la garantía. Los recuerdos.
El poder se fue."
Pablo Avelluto
El
rito de cada semana. Mate sobre la mesa junto a la ventana y frente al teclado,
de cara al brillo de la página en blanco de una pantalla que espera.
Es
sábado y hace un frío de inverno profundo. La mañana se despereza bajo una
bruma que borra los bordes del paisaje de cemento crudo, de esta ciudad enorme
que todavía descansa.
Hace
apenas un par de días, andaba en “mangas de camisa” como decía la vecina de
calle San Antonio Sur… cuando yo era chico… y ahora el frío es de invierno
adentro.
Siempre
pasa lo mismo en vísperas de septiembre 21… como si al invierno le molestara
pasarle la posta a su aventajada hermana la primavera.
Si
viviera mi abuelita, la gorila, diría que este día gris y frío es un día
peronista. Si viviera mi abuelita, la otra, la que murió abrazada a la imagen
de su amada Evita, diría que los días peronistas son los días de hermoso sol
radiante.
Eso
sí, ninguna de mis dos abuelas bajó nunca los brazos en eso de aconsejar el
abrigo. Mis abuelas tenían una manía especial por aconsejarnos que salgamos con
abrigo. Aunque afuera el sol partiera la tierra, ellas insistían: “a la
tardecita seguro refresca”. El mismo consejo durante todo el año con excusas
diversas.
Qué
gloria son los abuelos.
Frente
de casa hay una gran sinagoga. El Templo, como lo llaman los de la “cole”.
Desde
mi ventana puedo ver la entrada y puedo ver parte de Templo por dentro, solo una
mitad, tras un vidrio en el techo que transparenta luz sobre la sinagoga.
“Bendito
sea el Nombre de la Gloria de Su reinado por siempre jamás” leo que dice un
cartel en una de sus paredes.
Hoy
sábado, el Templo es un hervidero de gente. Familias enteras vestidas de fiesta
entran y salen. Adentro, cantan bellas oraciones en hebreo. Yo me quedo unos
instantes mirando por la ventana a la gente que reza y canta dentro de la
sinagoga. Una mamá mira a su hijo a los ojos y me detengo allí. No alcanzo a
entender bien la escena. Ella hace muchos ademanes y su hijo la mira fijo con
atención. Ahora sí entiendo bien… su mamá le dice por señas lo que los demás
rezan. El niño de traje y kipá, acaricia la cara de su mamá.
Qué
gloria son las madres.
La
colectividad judía celebra hoy el día del perdón. Qué linda palabra es el
Perdón. Me encanta. Esa actitud tan íntima y tan bondadosa que hace tanto bien,
cuando es sincera.
Qué
lindo el que nos perdona y que lindo es perdonar. Hablo del perdón que nace del
corazón. Es el perdón que nos libera. Es el que nos sana el alma.
Hace
unos días, un sobrino mío corría por el pasillo de la escuela. El no me vio,
pero yo lo miraba jugar con sus amiguitos de jardín de infantes. En un momento,
mi sobrino pisó sin querer a una compañera… ella amagó con largarse a llorar.
Juan la abrazó instantáneamente y le dijo “¿me perdonás?”.
Esa
natural sinceridad en el corazón de los chicos, ese mismo corazón que se nos va
llenando de callos con el trajinar de los años y de la vida. Hasta que un día,
tras muchos años y sin darnos cuenta, nos enteramos que una cáscara dura lo ha
insensibilizado irremediablemente.
¡Qué
gloria son los chicos!
Por
eso me indigna cuando los que mandan, los que tienen la responsabilidad de
velar por ellos desde el Estado o desde sus familias, se aboquen sin embargo a
la tarea imbécil de apurar los callos en el corazón transparente de nuestros
pibes. Y no hablo solo del flagelo de las drogas, de la falta de estudio, de la
falta de valores, ni de la falta de trabajo o de la falta de estímulos para el
sacrificio, ni de los “chicos en situación de calle”, ni de la falta de amor,
ni de la falta de oído a sus problemas. Hablo de otras cosas también.
Mientras
cada vez menos chicos terminan el secundario en Argentina, el gobierno nacional
a través del Ministerio de Educación apura su esfuerzo y su presupuesto para publicar
y distribuir en todo el país, historietas con un alto contenido de violencia y de
sexo, que poco tienen que ver con un material para repartir en escuelas
primarias o secundarias del país.
El
material, de un conocido historietista para adultos, fue impreso hasta el
infinito y distribuido con tanta apatía y falta de control, que llegó hasta escuelas
públicas para ciegos… un material pornográfico que ni siquiera está en Braille.
¡Qué
gloria fatua la de nuestros políticos!
Ahora
fue en Corrientes, pero antes fue en Córdoba y antes en Mendoza y antes en
Capital Federal y antes en Gualeguay…y así podría seguir diez hojas más.
Esta
vez, funcionarios radicales denunciaron ante la justicia la distribución del
material, el que fue retirado inmediatamente de los establecimientos
educaciones.
Afuera,
los cantos en hebreo siguen y entran por mi ventana.
La
presidenta anuncia un mano a mano con un periodista de La Cámpora. Nunca menos.
Desde que perdió gran cantidad de votos, los modos de la señora “noaceptopreguntas”
cambiaron hacia un “algotecontesto”. El régimen que nos gobierna solo responde
a quiénes aceptan no preguntar.
Quería
comentarles algo que nadie hará. Esta semana falleció Gladys. Apenas unos
avisos fúnebres en un diario. Gladys murió sin que ningún medio haya siquiera
comentado una línea. Ninguno. Gladys fue una Madre del Dolor de esta argentina
violenta que no asume su historia ni se reconcilia con sus pecados. Gladys era
la mamá de Paula Lambruschini. La cara de Paulita empapeló las tapas de todos
los diarios una mañana de agosto de 1978, cuando un grupo de terroristas de la
agrupación Montoneros puso una bomba en un edificio lindero para matar a su
padre. El padre de Paulita sobrevivió, pero ella voló en mil pedazos con parte
del edificio y una vecina. Aquél día del agosto trágico, el diario La Nación
escribió: “… El país, pues, está herido y tal testimonio es más elocuente que
cualquier palabra. Es un estado de unión que da fuerzas e invita, por lo tanto,
a reaccionar racionalmente frente a actos de por sí suscitadores de una muy
fuerte carga emotiva."
Tantos
años después y el país sigue herido de odios y de venganzas. Gladys perdonó y
guardó silencio en aras de la pacificación. Una de las terroristas que aquél
día volaron el edificio con Paula Lambruschini adentro, murió luego en combate.
Lucila Révora, mató a un policía que quiso resguardarla de la balacera. Lucila terrorista le quitó el arma y le metió un tiro en el pecho. Lucila estaba con su
hijo Wado… que tras dos meses de búsqueda, fue devuelto a su familia. Hoy, Wado
de Pedro es diputado y milita en La Cámpora. Tal vez el desamor de una
generación violenta le donó un grave problema en el habla.
El
régimen se retira de a poco con penas y sin glorias. Deja una Argentina
dividida. Injustamente dividida en rencores ancestrales. Lástima. Hemos perdido
otra oportunidad.
Un
familiar de Gladys me cuenta que ella fue “un ejemplo de mujer, madre, esposa y
abuela. Llena de amor, sin odios ni rencores.” Qué gloria las Gladys, que
supieron perdonar, y sanaron.
Otras
y otros no, pero nunca hay que perder la Fe, claro.
Horacio R. Palma
El Día de Gualeguay
Gualeguay
Entre Ríos
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