sábado, 18 de enero de 2014

Juan Gelman. Adiós al poeta perseguidor...

Murió Juan Gelman. Poeta.
Claro que el poeta nunca muere, y menos el poeta genial, que perdura en su poesía y en la historia de la literatura.
Oscar Smoje, Juan Gelman y Paco Urondo, redacción Noticias (Montoneros)

No muere el poeta, perdura en su obra.
Murió Juan Gelman. Terrorista
Tres días de duelo nacional para el terrorista de buen escribir que acaba de dejarnos. Tres días de duelo para el buen escribidor que creyó en la violencia de las armas, y que un día se dijo “pueblo”, y en nombre de nadie pero creyéndose todos, se erigió en verdugo y se adentró en los caminos bajos de militar en la violencia de matar por matar.
Extraña paradoja del que se sienta inmerso en su humanidad, se abstrae del mundo para escribir la esencia…con la misma naturalidad con que prepara un atentado para masacrar a sus vecinos, tal vez un lector.
Murió Juan Gelman… miembro fundador de las FAR, Fuerzas Armadas Revolucionarias. Integrante luego de Montoneros… demasiada muerte en su espalda, sin embargo gustaba olvidar las suyas y señalar las muertes de otras espaldas.
Gelman luego, abrumado por sus miedos o abrumado por su conciencia (esto es menos probable), comenzó la carrera desesperada para escapar de los suyos. La historia del terrorista que escapa de la violencia que engendró, que conoce, y que sabe impiadosa.
Y el monstruo, que lo persigue por desertor.
Montoneros enjuicia a Gelman por desertor y lo sentencia a muerte. Les cuesta poco la muerte a quienes desprecian la vida. Y Gelman que los conoce bien, que sabe de esa violencia, que sabe de la fuerza cobarde de la venganza… huye en exilio desesperado.
Murió Juan Gelman, un tal Menem indultó sus muertes de terrorista.
Murió el poeta, pero el terrorista no. Vive, en la política de venganza de un gobierno afín a su violencia y su terrorismo Montonero.
“persíganlos como a bestias mátenlos/ con esa amistad particular/ que el perro siente por la presa acábenlos/…  y todavía así gendarmes, nadie/ se ha terminado de morir, nada/ dejará de alentar/ hasta el día del triunfo final/ por fin hay muertos por la patria” escribe el Gelman poeta, que vive anunciando el placer por la muerte.
Es lunes, y yo me encuentro con el Gelman terrorista que sobrevive. Lunes... madrugar. Marcos Paz. Visita a los Presos Políticos... uf, preparase temprano, amanecer antes que el alba, encontrarse en la panadería de la ruta con los del palo que no sucumbieron al desánimo, comprando poco comprando mucho para compartir después. Y en ese después de un rato, el abrazarse con aquellos a los que le han arrancado la libertad. Esas miradas ansiosas de los que desde atrás de las rejas buscan sus visitas...ahí vienen cargando sus bártulos en el hombro, arrastrando la silla en una pequeña mudanza de pocas cosas que son un mundo.
 Y ese murmullo en el salón, esas carcajadas en la galería. Más allá, rejas y alambres y rejas y más alambres. Pero acá, en éste mundo de visita fraternal, todos libres en la pequeña y feliz libertad de la mesa compartida.
Compartiendo lo poco sin recordar las rejas ni los alambres... conjuros de la tristeza, chistes, noticias que se comentan, una realidad amarga que se intenta explicar en cada ronda de café o de mate. Amigos que se abrazan, camaradas que recuerdan, hijos que contienen las lágrimas junto a sus viejos. Viejos que esconden sus negros presagios en una cara preparada para la ocasión.
Los miro… esas caras que se ya se me han hecho familiar de tantas veces de cruzarnos en la requisa, de esperar en fila con el dedo preparado para que nos lo pinten de negro, de apretarnos en el viejo colectivo deshilachado que desanda los caminos internos del Penal, de mirarnos con miradas cómplices de "para qué le vas a discutir" cuando la chica de gorra gris que te mira a los ojos, achura con un cuchillo las medialunas que vos traes para compartir.
Nos han quitado muchas cosas… pero a los que estamos acá como tantos lunes, no nos han quebrantado la voluntad ni los Gelman ni las Hebe ni las Carlotto ni los Kunkel, ni siquiera han logrado herirnos el orgullo. Dignos. Entramos con las cabezas gachas, pero salimos con la frente en alto.
No insistas… si no lo has vivido nunca lo podrás entender.
Esto va a pasar… como ha pasado todo. Y cuándo esto pase yo podré contar que en un tiempo, donde todos eligieron la desmemoria, donde la mayoría guardó silencio, donde los más se paralizaron de miedo y donde los restantes se olvidaron de sus camaradas caídos, de los soldados perseguidos… yo podré contar orgulloso que fui del batallón digno y bravo de los muchos lunes. De los lunes del frío que te calaba huesos, de esos lunes en que el viento te cortaba la cara, del sofocante lunes que te arrancaba la piel, yo fui del batallón Bravo de los lunes... que venció el miedo, que no se quebrantó ante los verdugos, que no abandonó a los caídos y que le puso lucha y pecho, pecho y lucha a los perseguidos.
Y recordaré las caras de cada uno de los Bravos de los lunes… y las lágrimas que decían gracias, mientras aguantaban el adiós tras las rejas y los alambres… y con esos recuerdos hechos carne y dignidad, caminaré la vida y la historia sin nada, nada… pero nada que reprocharme.
Allí vive el Gelman terrorista… en ese odio engrando de venganza y persecución. En los miles de militares presos. En los miles de terroristas libres. Vive en eso odio que mamó bebiendo sangre. Aquí vive el Gelman terrorista, en la violación sistemática de los derechos humanos a quienes en los 70 tuvieron que enfrentarse a los sanguinarios Gelman, capaces de escribir los versos más dulces, y de masacrar por la espalda a cualquiera en una esquina. Capaces de hablar de derechos humanos, pero de negarle asistencia médica a los militares presos de la política, como esta semana le ocurrió a Raúl, que lo echaron como perro del Hospital Fernández, dirigió por un médico indigno de un país que desconozco. Allí llegó Raúl casi muerto del Penal de Marcos Paz, llegó con arritmia, desnutrido y con un pico de glucosa…no podía caminar. Los médicos del Estado que pagamos todos, se niegan a atender a los militares presos, y el gobierno ha prohibido que los presos políticos sean atendidos en los hospitales de la fuerza, por los que pagan su obra social.
Ahí está Gelman ahora terrorista, ahora poeta: “… persíganlos como a bestias mátenlos/ con esa amistad particular/ que el perro siente por la presa acábenlos/…  y todavía así gendarmes, nadie/ se ha terminado de morir, nada/ dejará de alentar/ hasta el día del triunfo final/ por fin hay muertos por la patria”
Hoy como ayer. Ha muerto el poeta, pero queda su mejor verso: El de de los 70.
Todavía los 70 con la historia mal contada. Con las muertes disfrazas de poesía y romanticismo. No les creo cuando lloran en la muerte al poeta.

Los conozco, y sé que les cuesta poco la muerte, a quienes desprecian la vida.

Horacio R. Palma
El Día de Gualeguay
Gualeguay
Entre Ríos

3 comentarios:

Andrea Palomas Alarcón dijo...

Conmovedor, Horacio y muy cierto.

Adriana Lopez dijo...

Espectacular descripcion. Ud encontro las palabras que muchos no encontramos y las unio magistralmente. Gracias. Un abrazo

Anónimo dijo...

Perfecto!